Desigualdad insoportable

Desigualdad insoportable

Desigualdad insoportable

Carlos Salcedo.

La gran desigualdad social en las sociedades actuales es deplorable y, como la pobreza, mata. Sus causas son tan diversas y complejas que su análisis y eventual solución forman parte de las agendas prioritarias de los Estados. Somos desiguales, sin dudas.

Pero, ¿qué podemos hacer? ¿Qué debe hacer el Estado? ¿Hasta qué punto es esa oprobiosa realidad aceptable? No creo que las sociedades de hoy puedan aguantar tanta desigualdad, pues la gente sin alternativas ni oportunidades pierde la esperanza de mejoría, lo que se constituye en un caldo de cultivo para la rebelión.

Creo firmemente en la redistribución de las riquezas. La generación de estas por quienes inyectan capital y reproducen productividad a diversas escalas hace nuestra economía más fuerte. Lo que la debilita es el desbalance en la enorme diferencia salarial entre los altos ejecutivos, propietarios y accionistas de empresas y sus empleados.
Las causas de tanta de desigualdad son sistémicas.

Pueden ser subsanables mediante la implementación de reformas estratégicas, tanto regulatorias como institucionales, impulsando la creación de riquezas, pero fortaleciendo el estado de bienestar, responsabilidad esencial del Estado.

En palabras del premio Nobel Paul Krugman, la riqueza es una consecuencia de fenómenos circunstanciales y de poder. De ahí que la acumulación de dinero en pocas manos no se puede evitar. Lo que sí podemos detener son los altos niveles de desigualdad. Hiere el tejido social y amenaza la tranquilidad, el desarrollo y la estabilidad actual de nuestro sistema económico y político.

Vivimos en una época donde visiblemente la incidencia del poder económico, político, y las grandes organizaciones internacionales, repercuten en la manera en que la desigualdad se revela, como problemática de la sociedad. La dinámica de la desigualdad ha sido bastante estudiada en las últimas dos décadas.

Tanto Piketty, Graham, Becker, Heckman y el propio Krugman coinciden en ver la desigualdad como una de las principales preocupaciones de nuestra época. Si hay una desigualdad aceptable no es esta. No es justo, ni moralmente aceptable seguir viviendo a espaldas de una sociedad profundamente excluyente.

El Estado y los ciudadanos somos responsables de tanta desigualdad. El reto es generar riquezas para todos. Y eso depende, en gran medida, de la decisión política y el peso de la sociedad comprometida con una sociedad más justa.



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