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Desconexión

Ana Blanco Por Ana Blanco
Ana Blanco
📷 Ana Blanco

No me cansaré de escribir sobre la importancia de desconectarse. En este mundo en el que nos ha tocado vivir, estamos recibiendo información de manera constante y estamos conectados y localizados de mil maneras.

Eso hace que nuestro cerebro esté en constante movimiento y no descanse; incluso cuando dormimos nos llevamos la tensión con nosotros y despertamos como si hubiéramos corrido un maratón. Qué decir del nivel de cortisol que no desaparece, que está en un sube y baja inagotable.

Muchas veces pensamos que lo tenemos controlado, pero no es así. Esos algoritmos creados para engancharnos ganan la batalla demasiado a menudo.

Debemos buscar momentos de desconexión total y, a partir de ahí, ir eligiendo qué vías reactivamos para incorporarnos de nuevo a esta carretera de mil intersecciones.

Confieso que soy de las que tengo que estar conectada de manera constante, que quiero saber qué está pasando, que me engancho a esos videos de animales, recetas o viajes y el mundo a mi alrededor desaparece.

Igualmente, de noticias, la mayoría negativas… Todo eso se va acumulando. Cuando reposo mi cabeza en la almohada, mi cerebro no se quiere desconectar.

Por eso he decidido ir haciéndolo paulatinamente después de estos días en los que, por primera vez, la computadora no vino conmigo (fue difícil, lo confieso) durante las vacaciones.

El siguiente paso ha sido quitar varias aplicaciones que me tenían enganchada y ahora ya voy con las redes sociales.

No es aislarse, es ser capaz de controlar tú todo lo que te llega y no al revés. Recuerdo mi infancia sin ninguna de estas herramientas y éramos capaces de comunicarnos, solo que los estímulos llegaban de otra manera. Ahora son constantes e intensos. Refuerzo la idea de desconectar.

Espero mantener esta dinámica comenzada y les deseo que igualmente lo logren. Paso a paso.

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