Desagravios

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Desagravios

Nassef Perdomo Cordero, abogado.

Recientemente publiqué un artículo crítico con quienes, entre otras cosas, hicieron de la acusación alegre un estilo de vida y hoy no están a la altura de sus propias críticas. Esta vez quiero referirme a la otra cara de la moneda.

En la vorágine del debate público de los últimos años se vertió todo tipo de imputaciones contra personas cuya función pública les impedía defenderse.

Miles de dominicanos fueron marcados por la brocha gorda del honestismo cuando su único crimen era servirnos a los demás desde la Administración pública. Servidores que día a día hacían su trabajo como mejor podían y que en su inmensa mayoría tuvo una hoja de servicios tan limpia, y quizás más, que la de sus acusadores.

Al no tratarse de imputaciones precisas, sino de tachar de delincuente e inmoral a quien cometiera el pecado de trabajar en el Estado, no hubo distinción ni límites en la forma en que se desprestigió a los servidores públicos. Y es que es fácil lanzar lodo cuando no se tiene la responsabilidad de asumir el daño a particulares.

Muchas personas desistieron de continuar laborando para el Estado, es decir, para todos nosotros. Y desistieron porque eran injustamente señalados, vituperados, sus familias acosadas. Fueron blanco de todo tipo de ataques en las redes. No fue justo, sobre todo porque contra ellos no operó otra cosa que la presunción de culpabilidad en delitos que nunca existieron. Hoy hacen falta en la Administración pública.

Toda sociedad moderna necesita un Estado organizado. En el esfuerzo de alcanzarlo debemos dejar de estigmatizar el servicio público. Si no por la decencia elemental de evitar dañar a quien no podemos imputarle nada concreto, por lo menos por un sentido de autopreservación.

Y es que las personas honestas y trabajadoras aprecian su buen nombre, y se lo pensarán dos veces si servir al Estado los expone a ese foro público que hemos montado en el país. Al servicio público sólo irán aquellos que valoren otras cosas.

Finalmente, y aunque a algunos les sepa a hiel, debemos ir pensando en desagraviar a todos aquellos que fueron arrastrados por el lodo injustamente.

Quizás falte mucho para que podamos asumirlo como sociedad. Pero le aseguro que usted, amable lector, conoce a alguien que pasó por todo esto. Agradecerá que se acerque y le diga que nos equivocamos con él o ella. Pongamos manos a la obra.



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