
Al concluir un periodo de descanso, muchas personas experimentan una sensación de desánimo o falta de motivación al retomar sus actividades cotidianas. A este estado emocional se le conoce como depresión postvacacional o síndrome postvacacional, y aunque no figura en los manuales clínicos como un trastorno formal, ha sido objeto de análisis desde mediados del siglo XX.

De acuerdo con un artículo de Medical Today News, este fenómeno se caracteriza por emociones como ansiedad, nostalgia o estrés, que pueden afectar el bienestar general y el desempeño en el trabajo o los estudios. La vuelta a la rutina puede resultar especialmente difícil cuando las vacaciones han representado un periodo de libertad o desconexión profunda.
Lea además también: El impacto de las redes sociales en la mente de los adolescentes, explicado por un psiquiatra
Según explica Harvard Business Review, el descanso prolongado actúa como una especie de “lente amplificadora” que permite identificar con mayor claridad los factores estresantes del entorno laboral: jornadas extensas, tareas poco gratificantes o relaciones tensas. Al regresar, el contraste entre ese tiempo de libertad y la rigidez de las obligaciones diarias puede provocar resistencia emocional y, en algunos casos, síntomas similares a los de una depresión leve.

Entre los signos más comunes de este malestar se incluyen irritabilidad, ansiedad difusa, insomnio, falta de apetito y pérdida temporal de interés en las actividades cotidianas. Aunque suelen desaparecer en cuestión de días o semanas, si se prolongan podrían ser señal de un cuadro depresivo más serio que requiere ayuda profesional.
El impacto tiende a ser mayor en personas que trabajan en entornos demandantes o conflictivos, donde el exceso de trabajo o las dinámicas de poder dificultan la readaptación. También se observa en quienes no lograron desconectarse completamente durante sus vacaciones o tuvieron experiencias negativas, como problemas familiares o de salud.
Desde el punto de vista psicológico, el retorno supone un reajuste entre el estado de relajación y el ritmo acelerado de la rutina. Harvard Business Review destaca que este contraste puede generar lo que algunos expertos llaman “ansiedad anticipatoria”, una sensación de tensión ante la idea de volver a enfrentar las exigencias del día a día.
Para suavizar la transición, los especialistas recomiendan aplicar estrategias que faciliten la adaptación. Una de ellas es planificar un periodo de ajuste antes de retomar las obligaciones: dedicar uno o dos días tras el regreso para descansar, organizar el entorno y reacostumbrarse a los horarios. También se sugiere mantener actividades placenteras —como salir con amigos, hacer ejercicio o disfrutar de hobbies— para conservar la sensación de bienestar.
Otra recomendación es retomar el trabajo de manera gradual. En lugar de enfrentar de inmediato las tareas más complejas, conviene iniciar con las más simples y manejables. Esto ayuda a reducir el estrés inicial y a recuperar la productividad sin sentirse abrumado.
Finalmente, la psicóloga Ayelet Fishbach, profesora de la Universidad de Chicago citada por Harvard Business Review, advierte que uno de los errores más comunes es pensar que el trabajo y las vacaciones son opuestos irreconciliables. En cambio, comprender que el empleo es lo que hace posible disfrutar de los momentos de descanso puede fomentar una relación más equilibrada y saludable con la rutina.
Fuente: Infobae