El campo del saber de la desviación social, el control del delito en América Latina se encuentra, todavía, entre sus inicios.
La sociología de la desviación y el viejo campo de los estudios culturales como la delincuencia juvenil, las subculturas y los estilos juveniles, el vandalismo, las drogas y la violencia en la música urbana, lo retomamos ahora para analizar la figura de los “demonios populares” y de los “pánicos morales”; ellos se forman precisamente, como un efecto contraproducente de la histeria colectiva, las fantasías, ilusiones, delirios, o de engaños por parte de quienes detentan el poder.
En especial porque han surgido los nuevos marginados, son los streamer de la radio o tv, y nos demuestra que puede señalar quienes son los nuevos héroes, aunque no reconozcan los antivalores de la comunicación.
La situación que se denomina sobre los demonios populares y el pánico moral, surgió en los años 60; la frase fue acuñada por Stanley Cohen y trata de la marginalidad, la desviación y el delito.
Los objetos de pánico moral pertenecen a conocidos núcleos de identidad social, pero en esta ocasión tienen que ver con los ‘mass media’; o, mejor dicho, con la plataforma de Youtube “Alofoke”, que ya venía afectando a la sociedad por sus inmoralidades, en la que, quien la dirige ha quedado individualizado como un monstruo marginal, que ahora se interpreta a sí mismo como un líder o una figura con estatus social.
Lo que algunos de ellos no pueden entender es el fenómeno de la desviación social. Los sujetos que emplean su desviación, como medio de defensa, ataque o ajuste a los problemas creados por la reacción de la sociedad ante dicha desviación aspiran a una asignación de estatus social, a ser referentes sociales; en cambio, la desviación primaria sólo afecta de manera marginal a sujetos inocentes de su situación social, en la medida en que no pasa de ser un comportamiento sintomático, situacional, racionalizado o “normalizado” de alguna manera, como una variación aceptable y normal.
La desviación secundaria se encuentra entre los jóvenes violentos de la clase popular. Aún sin conocerlos se diría cuál es su nivel educativo y su origen familiar. Mientras tanto, ellos son un enemigo perdurable y conveniente, porque desempeñan papeles que representan estilos subculturales definidos.
Al sobrepasar las fronteras barriales, surgen las lealtades (moda, estilo radial) que permitirán un lenguaje en que hagan creer que rescatan a la sociedad enferma. No se puede convertir en un símbolo, porque en realidad serán un problema para la sociedad.
La nueva “generación” de jóvenes que se matan entre sí, como salvajes e inmorales; la distribución restringida de sus expresiones por su contenido violento; los ignorantes hablando de cultura definen este tema de los locos populares, que genera pánico.
Lo malo de todo esto es que desviación social adoptó una “reorientación radical”, una revolución escéptica en la criminología y en la sociología de la desviación.
La idea debería ser en el sentido de que cuando se alude a que un sujeto es un “desviado”, la pregunta sería: “¿desviado para quién?” o “¿desviado de qué?”; cuando algo se le presenta como un problema social, se pregunta “¿problemático para quién?”; cuando ciertas condiciones o comportamientos se describen como disfuncionales, vergonzantes, amenazadores o peligrosos, pregunta “¿según quién?” y “¿por qué?”.
¿La desviación nos lleva al control social?, ¿es el control social lo que lleva a la desviación?, ¿es una enfermedad o una perversión social? Mientras tanto, “hace ya tiempo que los medios operan a título propio como agentes de la indignación moral”.