Democracia encarecida

Democracia encarecida

Democracia encarecida

En una ocasión nos quejábamos de lo encarecida que está nuestra democracia. Vistos los últimos acontecimientos reiteramos ese convencimiento, que reviste mayor gravedad al tratarse esta de una nación emprobrecida.

Nótese que no hemos utilizado los términos “cara” ni “pobre”, sino “encarecida” y “empobrecida” y que ambos fenómenos son provocados y además evitables.

El clientelismo ha convertido los procesos electorales en verdaderas orgías de dinero, donde se compran voluntades y lealtades con un descaro que sorprende.

Pero también se han elevado de manera exagerada los gastos de las instituciones llamadas a organizar y regentar estos procesos.

Los problemas institucionales y de cultura política los hemos querido resolver gastando más, sin darnos cuenta de que nuestros actores políticos son responsables principales de la construcción de los muros que nos impiden llegar a la madurez democrática.

Hemos gastado una fortuna en la compra de equipos en el proceso electoral pasado, y en estas primarias, sin embargo, no se han logrado procesos electorales sin impugnaciones, escarceos y crisis.

Nuestra clase política no ha madurado ni lo hará mientras los platos que ellos rompan los siga pagando el contribuyente.

Que paguen ellos sus tollos.



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