No hay parámetros exactos para medir el aumento o disminución de la delincuencia en ciertas zonas del país. Normalmente los voceros de ciertas dependencias estatales u organismos autónomos usan, a falta de estadísticas confiables, expresiones sin ninguna consistencia objetiva.
En esa situación se encuentra la delincuencia y los abusos a menores en Boca Chica; y las autoridades municipales, sin presentar datos confiables, plantean que el acoso a menores ha disminuido considerablemente.
Mientras que, por otro lado, los delitos cometidos por adolescentes se han incrementado de manera alarmante.
La realidad es que no hay un gran interés por erradicar esos problemas. Boca Chica no es una comunidad muy grande para que todavía no haya un plan verdaderamente eficaz para acabar con una situación tan incómoda y constantemente repudiada por sus ciudadanos.
Las autoridades municipales, aliadas a la comunidad, tienen la fuerza suficiente para encaminar esfuerzos conjuntos. Los que deben hacer de Boca Chica una comunidad libre de prostitución infantil y de todo tipo de criminalidad.
Pero eso debe lograrse con voluntad férrea, no con llanto y declaratorias de impotencia ante el impresionante crecimiento del problema, que ya se ha convertido en una sensible amenaza para sus moradores.
