De Perú y partidos políticos

De Perú y partidos políticos

De Perú y partidos políticos

En los últimos 40 años, la vida política peruana ha sufrido múltiples trastornos y situaciones que han quebrado sus estructuras institucionales.

El sistema político se ha vuelto laxo e inestable. Para no dejar duda sobre esta afirmación, solo hay que hacer una retrospectiva desde la corrupción denunciada en el primer gobierno de Alan García, el autogolpe de 1992, impuesto por Alberto Fujimori; los fraudes electorales denunciados en 1995 y 2000, las posteriores condenas por corrupción y por delitos contra los derechos humanos, hasta la época de aparente serenidad social y política entre los gobiernos de Alejandro Toledo, el regreso de Alan García y el de Ollanta Humala.

Roberto Ángel Salcedo

En algunos casos hablamos de períodos en quietud sólo en apariencia, puesto que estas administraciones se vieron comprometidas en el período constitucional de 2016.

En esta etapa se estableció una especie de punto de inflexión con la llegada al poder de Pedro Pablo Kuczynski, que terminó arrastrando a estos ex gobernantes a procesos judiciales, y en el caso de García al extremo de quitarse la vida.

Las características predominantes de esta crisis sociopolítica tiene como epicentro las pugnas sistemáticas entre el Poder Ejecutivo y el Congreso Nacional, la aparición de sonados casos de corrupción, como el de Odebretch/Lava Jato, los videos del congresista Kenji Fujimori —hijo menor del expresidente—, donde aparecía haciendo uso de su representación congresual para lograr favores políticos.

Estos y otros casos han estremecido a la sociedad peruana. Otro de los elementos de mayor presencia en esta crisis lo constituye la fragmentación política partidaria, que le confiere al espectro político debilidad, imprecisión y fragilidad en la institucionalidad democrática, sumada a la intolerancia y descontento adquirido por una franja representativa de la sociedad civil.

Las efímeras presidencias de PPK (2016-2018), Martín Vizcarra (2018-2020) y Manuel Merino (2020) dieron al traste con un modelo de insuficientes garantías democráticas, de planteamientos extremistas y de opciones electorales impensadas y radicales que, por el contrario, contribuyeron a empeorar el panorama político. Su episodio más reciente y nefasto: Pedro Castillo, y su llegada al gobierno a mediados de 2021.

El extraño fenómeno de Castillo
Pedro Castillo, de 53 años, mostró interés por los temas sociales a temprana edad. Fue rondero (miembro de las Rondas Campesinas), organización dedicada a la protección y conservación de las zonas rurales peruanas.

Se desempeñó como profesor de primaria, así como presidente de bases regionales del Sindicato Único de Trabajadores de la Educación del Perú, donde alcanzó notoriedad pública por las manifestaciones acaecidas en 2017. Sus intenciones en la actividad política iniciaron desde el comienzo de siglo. Se formalizó en el activismo político con el partido Perú Posible, que le postuló a la alcaldía de la ciudad de Anguía para el año 2002, sin lograr éxito.

Aunque estas informaciones sobre su vida y sus orígenes circulan en la web, antes de su aparición pública o debut en la escena política nacional peruana, para las elecciones de 2021, muy poco se sabía de este hombre de pueblo, de raíces campesinas, de vínculos con el magisterio y de pensamiento político asociado al socialismo y a los movimientos de izquierda.

*Por Roberto Angel Salcedo

La fragmentación política que ha provocado erosión en la estabilidad del Perú, sumados al antagonismo construido alrededor del fujimorismo, le dieron ganancia de causa a Castillo en un balotaje extremadamente cerrado, frente a Keiko Fujimori, hija mayor del expresidente Alberto Fujimori.

La pobre y desacertada presidencia de Pedro Castillo se caracterizó por la inestabilidad en su gabinete ministerial, habiendo sido cambiado en cuatro oportunidades; las constantes confrontaciones con otros poderes públicos, la poca certidumbre que generaron sus medidas económicas y el tímido respaldo de su base social.

Partidos políticos
En una democracia representativa, los partidos políticos contribuyen al equilibrio y necesario contrapeso entre las distintas visiones y líneas de pensamiento. El ejemplo peruano, como otros que pululan en el escenario político internacional, deben movernos a una profunda reflexión.

En la República Dominicana hemos vivido, en los últimos 25 años, de estabilidad política y social, y se debe, fundamentalmente, a la definición de reglas claras, la presencia de actores competentes e integración de los sectores más diversos y representativos de nuestra sociedad, quienes, respaldando el rol de los partidos políticos, han contribuido a un clima de paz, de alternancia en los poderes públicos, y, por tanto, a un ambiente propicio para el crecimiento y desarrollo económico del país.

Desafíos de la política dominicana
La solidez y sostenibilidad de nuestro sistema político será consustancial a la de sus instrumentos democráticos: los partidos políticos.

El partido oficialista, el Revolucionario Moderno (PRM), interpretando los cambios de una sociedad más conectada con la tecnología, más involucrada en las problemáticas colectivas y más presentes en los debates públicos, ha iniciado un nuevo proceso de apertura, expansión y fortalecimiento.

El pasado miércoles, 7 de diciembre, en un concurrido y dinámico acto en el puerto de Sans Souci, en el municipio de Santo Domingo Este, se trazaron las líneas del Plan Nacional de Crecimiento que busca completar una matrícula de tres millones de militantes en sus filas.

El objetivo no es solo robustecer la plantilla del partido gobernante, sino también brindarle espacio y oportunidades a jóvenes, mujeres y profesionales de distintos ámbitos, con inquietudes sociales y políticas, a contribuir con esfuerzo, trabajo, dedicación y enfoque al desarrollo de una eficiente estructura que permita la discusión, estudio y análisis de los grandes temas nacionales, al tiempo de constituirse en una efectiva plataforma electoral.

El sistema político dominicano tiene grandes retos por delante que, para contribuir a nuevos tiempos de prosperidad, de desarrollo humano, social y económico en el país, deberá involucrar a lo mejor de su dirigencia, a sectores sociales, productivos y actores fundamentales, para que episodios, como los que está viviendo el hermano pueblo peruano, no se repliquen entre nosotros.



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