Es más que normal que los seres humanos sintamos ansiedad, preocupación e incluso miedo. Esas sensaciones son parte del sistema de defensa que tiene el cerebro de los humanos y que se activa en el sistema parasimpático para ponernos a salvo.
Hace algún tiempo escribí mas profundamente sobre el sistema parasimpático y los miedos.
Lo que no es normal, ni saludable es estar en un sistema de alerta la mayor parte del tiempo; estar permanentemente atentos a que algo malo pueda suceder, pero que nunca ocurre, puede terminar por desarrollar enfermedades en el cerebro y el cuerpo.
La semana pasada, escribí sobre la ansiedad excesiva que viven muchas personas.
Permanecer ansiosos largo tiempo puede producir taquicardia, dificultad para respirar, insomnio, náuseas, temblores y mareos; señales que también forman parte del trastorno de ansiedad.
Si una persona identifica que vive en permanente estado de alerta o preocupación e incluso quien sufre ataques de pánico, debe hablar con su médico u otro profesional de la salud para recibir ayuda apropiada.
Las personas con trastornos de ansiedad que no reciben tratamientos apropiados, tienden a desarrollar otros desafíos tales como: depresión, abuso del alcohol y otras drogas. Otra señal se evidencia en las relaciones interpersonales con familiares, amigos y compañeros de trabajo las cuales tienden a ser difíciles. El desempeño laboral y social también puede ser muy retador.
Afortunadamente, los trastornos de ansiedad pueden ser tratados por especialistas de la conducta con diferentes terapias disponibles en el campo de la salud mental, tales como: terapia conductual y terapia cognitivas; de las cuales abundaremos más en una próxima entrega.