Las bacterias pueden encontrarse en cualquier rincón del hogar si no se toman medidas de limpieza e higiene adecuadas en superficies de uso diario.
En cada rincón del hogar, desde la cocina hasta el baño, las bacterias acechan, invisibles pero presentes. Mientras se corta verdura o se prepara una comida, las esponjas húmedas y los trapos que parecen limpios empiezan a mostrar signos de desgaste. O un trapo de cocina cuelga. Al costado, una esponja húmeda se seca junto a un cuchillo que fue usado para cortar carne cruda. Sin que nadie lo perciba, esos objetos cotidianos pueden ser el refugio perfecto para microorganismos que amenazan la salud.
¿Cuántas veces se da por sentado que todo en casa está limpio? ¿Qué pequeñas amenazas invisibles podrían estar acechando en la cocina, el baño o incluso en el control remoto del televisor? Lo cierto es que las bacterias están presentes en cada rincón de nuestros hogares, incluso en aquellos que solemos pasar por alto.
Pero, antes de llegar a la cocina o al baño, la antención hay que ponerla en otras cuestiones. Daniela Crimer, ingeniera agrónoma y especialista en inocuidad alimentaria, dice a Infobae que “las superficies que tocamos constantemente, como interruptores de luz, manijas y utensilios de cocina, son focos de contaminación que muchas veces pasamos por alto”.
Estos objetos y superficies, que usamos a diario, debido a la falta de limpieza constante, se convierten en verdaderos acumuladores de bacterias. Según Erica Pitaro Hoffman, ingeniera en alimentos, auditora y capacitadora agrega, en diálogo con Infobae, que “objetos como controles remotos, celulares, teclados, picaportes de puertas, tableros digitales de los electrodomésticos ―como microondas hornallas eléctricas, freidora de aires― y aquellos que tienen perillas son lugres donde se encuentran bacterias peligrosas”.
Incluso, “si hacemos una recorrida por un una casa”, señala la experta, “el ingresar y encender tapas de luz nos encontramos con la primera superficie que se contamina frecuentemente ya que son encendidas permanentemente con las manos, muchas veces con ausencia”.
La experta también aporta más ejemplos, como “los cajones de la cocina, los grifos de las bachas no solamente del baño sino la de la cocina; las teclas de luz y electricidad y grifos no entran en la planificación de limpieza doméstica habitual, lo que los convierte en una fuente de gérmenes más de lo que imaginamos”. Estos dispositivos, que se tocan varias veces al día, pueden ser vectores de bacterias si no se higienizan de manera adecuada.
Otro ejemplo que aporta Crimer es el uso del calzado dentro del hogar. “Utilizar calzado dentro del hogar arrastra la suciedad de la calle, que también se encuentra con alta carga microbiólogica por lo que es recomendable asignar un sector cerca de la puerta para acomodar el calzado”, señala.
Por su parte, Pitaro Hoffman, añade otro caso: “Al apretar el botón del inodoro es recomendable siempre taparlo ya que de esa forma evitamos salpicaduras de agua que cargan restos de materia fecal y orina, volviendo el baño un sitio de acumulación de microorganismos que pueden resultar patógenos”.
Crimer y Pitaro Hoffman, junto a Mariana Al, son autoras del libro Bromatología en casa. Aprendé a comprar, limpiar, conservar y manipular alimentos en 100 preguntas y coinciden en la importancia de “no omitir la limpieza y desinfección periódica de las superficies en contacto con las manos como manijas y grifos.
La cocina, el terreno fértil de las bacterias
Aunque la cocina es, en general, el corazón de cualquier casa, también puede convertirse en el refugio de microorganismos si no se toman las precauciones adecuadas. Uno de los temas más importantes en este sector de la casa es el cuidado en la manipulación de alimentos es otro de los aspectos a tener en cuenta para evitar riesgos y garantizar la salud de las personas.
Según Claudia Degrossi, doctora en Química con orientación Bromatología y Tecnología de Alimentos, no existe el “riesgo cero” en la alimentación, incluso cuando se aplican prácticas adecuadas. Y señala la práctica fundamental: el lavado de manos.
“Todo lo que es nutritivo para nosotros, también lo es para los microorganismos”, afirma, lo que implica que carnes crudas, pescados, leche, huevos e incluso vegetales sucios pueden estar contaminados. ¿La clave? La correcta separación de los alimentos crudos de aquellos listos para consumir y evitar la contaminación cruzada es el primer paso.
Un elemento clave en la propagación de bacterias en la cocina es el contacto entre alimentos crudos y cocidos. Pitaro Hoffman señala que “existen varias bacterias patógenas que pueden encontrarse en distintos tipos de alimentos, entre ellas Escherichia coli, que suele estar presente en carne vacuna y vegetales. Muchas veces, su contaminación se subestima, sobre todo por la falta de lavado de manos, lo que puede facilitar el contacto con materia fecal”.
Además, la especialista menciona la Staphylococcus aureus, que “se encuentra comúnmente en heridas por cortes, quemaduras o ampollas, así como en el tracto respiratorio”. Pitaro Hoffman subraya la importancia de “tapar las heridas y evitar toser o salivar sobre los alimentos, lo que también implica no probar comida con una cuchara y volver a introducirla sin lavar”.
En cuanto a la Salmonella, Pitaro Hoffman advierte que “es una de las bacterias más conocidas, responsable de la salmonellosis, y se asocia principalmente con huevos y carnes de ave, como el pollo. Por ello, resulta fundamental mantener la cadena de frío de estos alimentos y asegurarse de cocinarlos correctamente, a más de 70ºC”.
Roxana Furman, licenciada en Tecnología Industrial de Alimentos, recalca que es especialmente importante que ciertos grupos de personas, sean extremadamente cuidadosos con lo que consumen. ¿Quiénes? “Los niños, las embarazadas y las personas mayores tienen un sistema inmunológico más débil, lo que los hace más propensos a sufrir enfermedades transmitidas por alimentos”, explica Furman.
La experta ambién menciona que ciertos medicamentos, como los antiácidos, pueden aumentar el riesgo de infecciones alimentarias, ya que afectan la acidez del estómago, la cual actúa como una barrera natural contra los microorganismos.
Degrossi y Furman coinciden en que para minimizar los peligros en casa, es necesario seguir cuatro pautas básicas: higiene, correcta refrigeración, cocción adecuada y enfriamiento rápido de los alimentos.
“La vida útil de los alimentos en la heladera no es eterna”, advierte Furman, recomendando no almacenar alimentos caseros por más de tres o cuatro días. Otro aspecto crucial es la sanitización de los vegetales, donde uno de los errores más comunes en el hogar es el uso excesivo de lavandina, pensando que más es mejor.
Degrossi, por su parte, agrega que “en casa es fundamental sanitizar los vegetales antes de consumirlos, ya que los vegetales sucios también podrían estar contaminados” y hace referencia a la importancia de las condiciones de los establecimientos en los que compramos. Degrossi hace hincapié en guardar los alimentos que necesitan refrigeración una vez que se llega a la casa. ¿Qué más? El orden dentro de la heladera.
“La heladera tiene que tener un orden. Todo lo que está listo para consumir va en la parte superior, y todo lo que está crudo sucio va en los estantes inferiores, de modo que nunca puedan contaminar lo que está listo para consumir”, señala.
Furman también dice que hay “sustancias tóxicas que son muy estables al calor. Por eso, cuando algo se enmohece, la gente quiere cortar el pedacito, pero no sabemos si han producido sustancias tóxicas que, más allá de haber cortado ese pedacito, pueden haber difundido al resto del alimento. Más vale desechar y para la próxima tomar recaudos. Por ejemplo, para que no se enmohezca el queso, mantenerlo en el freezer y bajarlo cuando lo vas a consumir”.
El simple hecho de usar la misma tabla de cortar o cuchillo para distintos tipos de alimentos sin desinfectarlos adecuadamente es suficiente para aumentar el riesgo de enfermedades, sostiene Crimer.
Por su parte, Degrossi agrega que “las manos, los utensilios y las superficies de cocina deben estar siempre limpios”, ya que la falta de higiene puede provocar la propagación de bacterias, virus y otros patógenos.
La esponja, el enemigo silencioso
Pitaro Hoffman y Crimer ponen especial énfasis en el riesgo que representan las esponjas de cocina si no se mantienen en condiciones adecuadas. “Las esponjas, con el uso constante y la exposición a la humedad, pueden convertirse en un foco de contaminación grave”, advierte Pitaro Hoffman.
A medida que el material comienza a desgastarse, surgen grietas y orificios que atrapan restos de comida y suciedad. “Esos residuos, combinados con la humedad, crean el ambiente perfecto para que los microorganismos proliferen”, añade.
Crimer resalta que uno de los indicios de que una esponja cumplió su ciclo de vida es “cuando empieza a cambiar de color o desprende olores”. Aunque la clásica esponja amarilla es común en los hogares, las expertas recomiendan prestar atención al estado de las mismas y recambiarlas con regularidad.
“El tiempo de uso depende de la frecuencia con la que se utilice, pero lo ideal es cambiarla cada 15 días”, sugiere Crimer. Por su parte, Pitaro Hoffman agrega: “Una buena rutina de limpieza y desinfección prolonga su vida útil, pero esto no significa que duren para siempre. Deben ser reemplazadas cuando muestran signos de deterioro”.
En cuanto a los diferentes tipos de esponjas disponibles, ambas coinciden en que las de fibra delgada son la mejor opción. “Son más resistentes, no se desarman fácilmente y, de hecho, son las autorizadas para la industria alimentaria”, afirma Crimer. Aunque las esponjas de silicona también pueden ser útiles, “si quedan húmedas, pueden desarrollar hongos que se impregnan en el material”, advierte.
Finalmente, las especialistas subrayan que es fundamental lavar y enjuagar bien las esponjas después de cada uso y guardarlas en un lugar donde se sequen correctamente.
“El secado es clave”, enfatiza Pitaro Hoffman, y agrega que “pueden desinfectarse sumergiéndolas en agua hirviendo o con una dilución de lavandina siguiendo las indicaciones del rótulo”. La popular práctica de calentar esponjas en el microondas para desinfectarlas es, según Crimer, “antihigiénica y peligrosa, ya que puede favorecer la contaminación microbiológica en lugar de eliminarla”.
¿Qué otra cosa no hay que hacer? Las especialistas recomiendan no usar esponjas metálicas “debido a que desprenden fragmentos que pueden contaminar los utensilios, ollas y bandejas, quedando enganchadas, y consecuentemente, llegar a los alimentos generando una contaminación física peligrosa ya que un comensal podría no verlo y consumirlo”.
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