
“Es importante dónde pones el foco”. El otro día en una reunión de trabajo alguien dijo esta frase. De una manera simple, nos hizo ver a todos los presentes que estábamos centrándonos en el problema y no en la solución, y por eso todos nuestros esfuerzos no estaban logrando resultado.
Estábamos, no solo desenfocados, sino anclados en ese problema. Y me di cuenta de que es algo que tendemos a reproducir ante cualquier situación negativa que se nos presenta. Ponemos nuestra mente a asimilar ese problema, pero acabamos enroscándonos en él, porque tardamos en hacer ese clic mental que nos lleva a buscar una solución y enfocarnos en ella.
Esto nos dirige a una situación de desasosiego constante, a darnos contra un muro porque el problema no va a desaparecer por sí solo. Encima de eso, nosotros estamos permitiendo que controle nuestras decisiones, pensamientos y acciones.
Y que conste que soy de las que creen que no hay que precipitarse ante decisiones cruciales, que es básico entenderlas para poder enfrentarlas.
Ahora, sí creo que, si solo vemos el problema y dejamos que tome el control, no vamos a alcanzar la respuesta o vamos a llegar a las equivocadas. Hace poco leí algo que creo que enlaza con esta reflexión: “Las personas de éxito hacen mejores preguntas y, como resultado, obtienen mejores respuestas”.
Y en este contexto, llegaremos a este punto: si ponemos el foco en cómo manejar el problema, qué hacer para superarlo, y dejamos de tratar de entenderlo, justificarlo o quitarle importancia, y si nos enfocamos en qué podemos hacer realmente para llegar a la solución, estoy convencida de que vamos a alcanzarla y lo haremos sin tener que pasar por una angustia que nos vuelva a desenfocar.
Lo dicho: “Es importante dónde pones el foco”.