Santo Domingo.-Cuando todavía era un adolescente, Cristian Hernández soñaba con ser un caricaturista famoso que hiciera dibujos de personajes importantes.
Treinta años después su sueño es una realidad.
Hoy en día es considerado como el más sobresaliente de los dibujantes de caricaturas del país. Pero como las de otros artistas, en principio, su carrera estuvo plagada de obstáculos, los cuales supo vencer con la fuerza del amor y la pasión por su trabajo.
Un cartel de Harold Priego de El bueno, el Malo y el Feo fue la chispa inicial que encendió en Cristian la pasión por la caricatura, a principios de los años 80.
Un día, con apenas 13 años, hizo una caricatura de un vecino que estaba tratando de arrancar un motor.
El dibujo hecho con un bolígrafo en una hoja de cuaderno le gustó tanto al hombre que lo guardó durante años y cada vez que podía se lo mostraba a todo el mundo.
Hacía letreros para los colmados y otros negocios allá en su barrio Enriquillo, en Herrera, pero además de las letras, por lo que entonces cobraba 15 o 20 pesos, él le agregaba un dibujo, y lo hacía gratis, lo que gustaba a sus clientes.
Pero su carrera como profesional del dibujo inició cuando el dueño de una imprenta le solicitó que le ilustrara un cancionero.
Dibujar los rostros de los artistas no le era difícil, sin embargo, a todos les hacía el cuerpo igual a Petete, el popular personaje cuya imagen tenía grabada en su mente.
El experimento funcionó, y ahí comenzó su carrera como caricaturista profesional. Cuando ingresó a estudiar Diseño Gráfico a la UASD, donde culminó su licenciatura, ya su vida estaba definida, por eso sobresalió desde el inicio. Luego fue profesor de la Universidad Católica.
Atrás quedó la crujía
Gracias a su talento y responsabilidad a Cristian nunca le falta trabajo, actualmente es el caricaturista de El Nacional y EL DÍA, también trabaja para Loteka y varias instituciones y ONG.
Para El Nacional, donde lleva varias décadas, realiza diariamente una caricatura basada en el editorial, por eso muchas veces tiene menos de una hora para hacer su trabajo y tiene que quedar bien.
Consagrado como uno de los mejores caricaturistas del momento, Cristian no olvida sus orígenes y por eso alienta a los nuevos talentos a creer en ellos y perseguir sus sueños.
La crítica social
El tono crítico, a veces ácido, sin caer en el panfleto, sintoniza con los lectores de EL DÍA y El Nacional, pero nunca se le podrá tildar de estar políticamente parcializado.
Uno debe estar informado todo el tiempo, ver las cosas. Si tú quieres que la gente acepte tu trabajo no debes encasillarte, explica con franqueza.
El mayor inconveniente -agrega- es que uno quiere superarse día a día, ponerse del lado de la gente.
Pero políticamente se define como un sin bandera, trato de no encasillarme. Si quieres cumplir tu rol y que todo el mundo aprecie y acepte tu trabajo, no debes encasillarte. Yo por lo menos lo intento.
Nace y se perfecciona
Para Cristian, el caricaturista nace y se perfecciona en la escuela, pero debe tener esa vocación especial, alimentar su ingenio de la realidad y jamás olvidar sus orígenes. Su trayectoria es un ejemplo de ello.