3.- Paul Broca. Conocido mayormente por sus investigaciones sobre la región límbica, conocida inicialmente con el nombre de rinencéfalo (el «cerebro olfativo»), zona que se halla estrechamente vinculada a las emociones humanas, y por el descubrimiento de “una pequeña región ubicada en la tercera circunvolución del lóbulo frontal izquierdo de la corteza cerebral”, que en su honor denominamos hoy “área de Broca”, que es zona del cerebro que controla el lenguaje articulado.
Paul Broca fue una de las figuras más prominentes de la medicina y la antropología criminal del siglo XIX. Realizó importantes aportes en el estudio de la patología cancerosa, el tratamiento de los aneurismas, la afasia.
Creó la era de cirugía cerebral, y con grandes dificultades creó, igualmente, la Sociedad de Antropología de París, el 19 de mayo de 1859. En 1876, el Instituto de Antropología. El año de su fallecimiento, la Revue d’Anthropoligie (1880) recogió una bibliografía exhaustiva de los escritos de Broca sobre la conducta criminal.
En el más amplio Musee de L’Homme de Francia, al que fueron incorporados los especímenes del laboratorio de Broca, se encuentra su cerebro, conservado en un frasco con formalina, y está junto a los cerebros de los reconocidos asesinos (Lamaire, Prevost), que fueron estudiados por el mismo científico de las ciencias craneanas.
Reanudando nuestro relato acerca del curso tomado por los estudios de la criminología de 1830 a 1970, entre ellos los frenólogos, un tal Francis Gall, autor de la hipótesis fisiológica que considera el cerebro como una agregación de órganos (así como Spuerzein, H. Lauvergue y Paul Broca), comenzaron a fijarse en las desviaciones de las medidas del cráneo, y consideraron que esas anomalías tenían mucho que ver con la delincuencia. Quizá esperaban demostrar que el asesino lo creaban influencias hereditarias, no las sociales.
Paul Broca se convirtió en el científico del cerebro criminal.
Hoy hay una vuelta a su teoría, ahora que la Neurocriminología comparada reconoce a la Neurociencia como la ciencia del cerebro, en condiciones de normalidad; es decir, no relaciona la delincuencia con la locura moral, ni la delincuencia con las desviaciones craneanas, o la degeneración anatómica (son los estigmas lombrosianos).
Desde el 25 de enero de 2020, conjuntamente con distinguidos doctores vinculados a las Neurociencias, al Banco de Cerebros de la UNPHU, hemos realizado la primera reunión del Comité Gestor de la Red Dominicana Neurocriminología para el estudio de la violencia de género y otras modalidades.
Aunque sin apoyo, esperamos de allí surja el Instituto Nacional de Neurociencias de la nación dominicana. Le tendría que dar una mano el INACIF, pero allí no hay hombres de ciencias.
Es un organismo que debe empezar desde cero, impulsando por primera vez, la genética, y herramientas forenses como la radiología y la estomatología, además de que se carece de una Unidad de antropología física-forense. En fin, la Era de Broca, aquí no ha llegado.