Cada vez que los 6 de noviembre se celebra el Día de la Constitución hay un gran olvidado que fue uno de los principales autores de nuestra Carta Magna.

Lideró la oposición al nefasto artículo 210 que otorgaba toda clase de poderes a Santana mientras durasen las hostilidades con Haití.

Explicó y rechazó los préstamos propuestos por Santana que hipotecaban la nación desde antes de fundamentarla.

Introdujo controles para que la administración pública estuviera obligada a rendir cuentas de la aplicación del gasto. Fue de los pocos con experiencia como constituyente tras ayudar a tumbar a Boyer en 1843 y dotar a Haití de su nueva Constitución.

Este prócer merece que, cada vez que celebremos el día de la Constitución, se le recuerde como el estadista más sagaz de su tiempo, que contrarió efectivamente las barbaridades de políticos como Santana, cuyas gónadas y espada no guardaban proporción con su pobre civismo.

A Buenaventura Báez, cinco veces presidente e inmensamente popular, muchos historiadores le han escamoteado sus méritos innegables pese a cualesquiera defectos reales o exagerados que puedan imputárseles. Celebrar el Día de la Constitución ninguneando a Báez es una mezquindad.