Como debe ser

Como debe ser

Como debe ser

Los únicos ruidos contra el dinamismo que se advierte en el quehacer nacional provienen de la política, que nunca está dispuesta, ni se resigna, a pasar desapercibida.

Política desde el punto de vista de los partidos, que se muestran activos como si el año que viene fuéramos a tener un torneo electoral.

Y política también desde el punto de vista de la vida pública, el Estado y sus instituciones, que al estar animadas por políticos en la generalidad de los casos, tampoco se sienten cómodos al margen del ruido.

La actividad económica resuma vitalidad hasta el punto del calentamiento, contra el que tal vez haya algo que hacer, pero no parece claro que en la dirección en que lo enfoca el gobierno, que cree posible hacer pasar desapercibido un efecto tan concreto y notable como el de la inflación, sea como consecuencia de una demanda excesiva, o sea como efecto de una oferta insuficiente.

Si el sector político se ha vuelto hiperactivo, no hay más remedio que conseguir que encause su paso conforme a lo que manda la ley. La vida social, que desborda entusiasmo tras la apertura, se mantiene entre paredes; puede ser el modelo.

Junto con la actividad económica, de la que se nos dice que avanza a trancos, la dinamización de estos sectores puede ayudar al buen gobierno, si no de la Administración, por lo menos de la sociedad, que en lo adelante se se volverá cada vez más festiva por la proximidad de los aires navideños, y menos quejosa por manifestaciones de nuestras anormalidades de las que hay que ocuparse, pero no con la urgencia que reclaman los temerosos.
Después de todo, parece que las cosas marchan como debe ser.



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