La definición de la “clase media”, también denominada “capas medias”, conlleva una serie de dificultades y complejidades.
Mientras algunos definen sus componentes por el ingreso per cápita que perciben anualmente, otros los definen por su lugar en las relaciones de producción.
Independiente del referente me permito decir que no creo que la mayoría de la población dominicana pueda ser definida como de clase media, ni la República Dominicana proclamada un país de clase media.
La mayoría del pueblo dominicano no forma parte de esta clase. La sumatoria de las personas pertenecientes a las clases pobres, o más oprimidas, las personas que viven en vulnerabilidad (al tris de la pobreza) y las pertenecientes a la capa baja de la clase media, dan por resultado la mayoría de la población dominicana.
En la República Dominicana la clase media, que se concibe como un conglomerado humano situado por encima de la pobreza llana, no es en su conjunto una clase sinónimo de un conglomerado que vive un estado de satisfacción socioeconómica.
La clase media, constituida por personas que ocupan un lugar intermedio entre las clases poseedoras de los grandes medios de producción y de cambio, que disfrutan plenamente de bienes y servicios de todo tipo, y las clases más empobrecidas, tiene diversas capas, una de las cuales, la más numerosa y baja, vive el fenómeno del “precarismo” dentro de sus condiciones de vida.
Las personas pertenecientes a la capa baja de la clase media y a las clases que padecen la mayor pobreza, perciben salarios que están por debajo del costo de la canasta familiar o apenas lo alcanzan, son los que sufren el déficit habitacional vigente, el alto costo de los medicamentos, de los servicios de energía eléctrica y de los combustibles.
El segmento bajo de las “capas medias”, junto a las clases más pobres, es víctima también de un modelo de política económica que se magnifica, pero que propicia un crecimiento económico no fundamentado en una mayor producción agrícola o industrial, que incrementa la deuda pública y que no genera empleos y salarios de calidad.
Es un modelo que concentra en pocas manos la distribución de la renta nacional, y que por tanto no logra un crecimiento marcado del mercado interno.
El presidente Medina habla de este como un “modelo idílico”, pero es sabido que el mismo no ha asegurado la calidad y eficiencia del gasto y que convive con la corrupción y el lavado de activos.
Actualmente se realiza la discusión tripartita sobre los salarios mínimos. Es un momento para promover el bienestar.
Los salarios son una manera de distribuir el ingreso nacional, y su aumento una forma de distribuir más equitativamente la renta. Proponemos firmeza para avanzar hacia una sociedad más igualitaria, sin extremos que distancian y enfrentan, y conculcan dignidad.