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Chile: familias de mineros sólo esperan, no levantan campamento

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MINA SAN JOSE, Chile.- A pocas horas del inicio del rescate de los 33 mineros atrapados en las entrañas del desierto, sus familiares aguardan el final de su espera, que a menudo resultó interminable, con una mezcla de alegría, ansiedad, nervios e impaciencia.

Contrariamente a lo esperado, no pasaban las últimas horas levantando las tiendas del Campamento Esperanza, que fue su hogar por más de dos meses. Parecen ocupados preparándose para el reencuentro y tal vez pensando que dirán a su minero cuando salga.

Tras el derrumbe del 5 de agosto que sepultó a los mineros 700 metros bajo tierra en la mina de cobre y oro al norte de Chile, las familias fueron llegando de poco, instalándose en rudimentarias tiendas, a veces sólo en una silla.

Con el paso de las semanas, las tiendas ganaron colchones y llegaron más sillas, mesas improvisadas, objetos de cocina. Se estableció un sector aparte para encender fogatas y braseros, indispensables para soportar las bajas temperaturas nocturnas del desierto chileno.

La mayoría de los familiares pasó las últimas horas nerviosamente, preparándose para subir a una explanada cercana al túnel de evacuación de los mineros. Cada trabajador escogió a los tres parientes que como máximo autorizó el equipo médico para estar allí.

Varios de esos designados esperaban en un sector reservado para ellos el aviso de «subir», o desplazarse por la polvorienta curva de unos 200 metros que en un leve ascenso lleva a la entrada principal de la mina. «Yo tengo mucha alegría, mucha ansiedad, encomendándome a Dios que salga todo bien y no pase nada», dijo Alejandra Ximena Reygadas, una de las cuatro hijos del minero Omar Reygadas, de 56 años.

Reygadas y los demás estarán al menos dos días en un hospital tras su salida y para después «le tenemos una fiesta familiar…pero no será de inmediato, sino después, cuando él quiera». Ximena y dos hermanas recibían a Reygadas, Omar, un viudo con más de nueve años trabajando en la mina como chofer de maquinaria de pesada.

Doris Contreras, de 59 años, madre de Pedro Cortez Contreras, un soltero de 25 años, espera sentada junto a esposo, Pedro Cortez, de 70. Decidieron que subieran a recibir a Pedro dos hermanos, mientras ellos aguardarán en el hospital, por temor a que el frío de la noche y el abrasador sol del día les dañe su salud como personas mayores.

«Estamos ansiosos y deseamos que todo sea un éxito», dijo Doris. Su marido Pedro mira al horizonte, sin decir palabra. Alfonso Avalos, campesino de 53 años, una figura alta de tez quemada y pocas palabras, mira el batallón de fotógrafos y camarógrafos que lo rodea en el campamento donde ha aguardado el rescate de sus dos hijos mayores de los cinco que tiene.

El y su esposa, María Silva y Bruni, la novia de su hijo Renán, de 29 años, darían a éste la bienvenida. A su otro hijo Florencio, de 31 años, también atrapado, de 31 años, lo recibirían su esposa Mónica y sus dos hijos, Alex y Bairo.

«Yo soy del campo, no soy estudiado», respondió a un reportero que le preguntó qué se siente ser famoso y que su rostro y el de sus dos hijos sea conocido. «No tengo idea de lo que es ser famoso, no sé lo que significa famoso».

Dijo que sólo sabe que «llegó la hora final». Quien sí sabe de fama es el hermano cantante del presidente Sebastián Piñera, Miguel, cuya vida está centrada en la farándula. «Yo vengo con la mejor onda, soy músico y vengo a cantar.

Le digo a la señora (una mujer que se molestó por su presencia) que esté tranquila, que le mando un beso grande y que tengamos fe para que salgan los chicos, porque eso es lo importante», dijo el «Negro Piñera», como se lo conoce en este país.

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