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Cero expectativas

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📷 Ana Blanco

Expectativas. Creo que es uno de los conceptos que más afecta a nuestra salud mental sin ni siquiera darnos cuenta. Tendemos a crearnos expectativas con absolutamente cada resquicio de nuestra vida y de nuestras relaciones. Unos más, otros menos.

Yo lo llamo hacer historias mentales, es decir, armar toda una narrativa en torno a algo o alguien, bajo nuestros parámetros y criterios, para que, cuando no se cumplen, entonces, caer en la decepción y frustración.

Pero no con uno mismo, sino con lo exterior que no ha sido capaz de cumplir esas expectativas fijadas.

Esto nos lleva a estar siempre de la mano con esa decepción que se va anidando en nuestro cerebro. Esa misma que nos guía a la negatividad, a juzgar rápido y duramente, a criticar sin fundamento, fruto de que las cosas no son como creemos o planificamos que deberían ser.

Y, definitivamente, es algo agotador. Desde mi experiencia, es mucho más sano no tener expectativas. Me refiero a planificar, organizar y planear, pero sin la rigidez de que no hay plan B. Las cosas muchas veces se piensan de una manera y durante el camino van tomando vida propia. Hay que tener la flexibilidad de adaptarse, siempre que el resultado sea el que se necesita (que puede ser diferente al que se espera). Y lo mismo con las personas.

Si nos hacemos una historia de alguien sin conocerla bien, sin vivir junto a él o ella diferentes experiencias o escenarios y sin entender que puede equivocarse —porque nadie es perfecto—, al final, quieran o no, van a decepcionarnos.

Pero no por lo que hacen, sino por lo que nosotros esperábamos que fueran e hicieran. Suena como egoísta, ¿verdad? Por lo tanto, vamos a dejar de esperar que todo y todos sean como nosotros queremos y veamos qué pasa.

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