Las secuelas de los efectos de los huracanes Irma y María aún son intensas en numerosas comunidades del país.
Esas poblaciones requieren de las acciones estatales para su recuperación y de la solidaridad de los ciudadanos para atravesar la etapa más crítica.
Pero tampoco podemos actuar “a lo loco”, pues corremos el riesgo de que haya un dispendio de recursos escasos y muy necesarios.
La presencia del Estado requiere coordinación. Resulta inexplicable que una gran cantidad de instituciones públicas, sin ningún plan, estén utilizando recursos públicos para llevar asistencia a las personas afectadas.
Eso le resta eficacia a esa asistencia.
El Gobierno bien podría centralizar todos esos esfuerzos para diseñar un plan único de asistencia a las poblaciones afectadas.
Lógicamente, eso no implica que las acciones privadas de empleados de instituciones públicas no se canalicen a donde ellos les parezca.
Pero las que se distribuyen con fondos institucionales deben responder a una estrategia única.
Por supuesto, esta recomendación reducirá la presencia mediática de quienes buscan satisfacer su ego más que ayudar al necesitado.