
Santo Domingo.-La obra Carmina Burana, interpretada por La Fura dels Baus, es una experiencia sensorial y teatral que sobrepasa las expectativas del espectador y lo lleva al límite de la emoción, estremeciéndolo hasta el punto de hacerlo temblar.
Bajo la dirección de Carlus Padrissa, cofundador de la reconocida compañía catalana, esta versión de la célebre cantata de Carl Orff sumerge al público en un espectáculo multisensorial, tan trepidante y visceral que cada segundo se convierte en una experiencia única e irrepetible.
El montaje de La Fura dels Baus destaca por su audacia. A través de efectos visuales impactantes, aromas evocadores y una cuidada selección musical ejecutada en vivo por más de 50 músicos, Carmina Burana se convierte en un espectáculo multisensorial.
Esta producción, presentada por primera vez en la República Dominicana en la sala Carlos Piantini del Teatro Nacional Eduardo Brito, marca el inicio de una gira internacional bajo la producción de César Suárez Junior.
En el centro del escenario, un cilindro monumental de diez metros de diámetro envuelve a la orquesta. Este cilindro no sólo permite que las proyecciones visuales acompañen la narrativa, sino que también transforma el espacio en un universo visual propio.
Cautivo
El público se encuentra rodeado de imágenes cautivadoras que van desde la gigantesca luna hasta el deshielo, cascadas de agua, un desborde de flora, la vendimia en directo, vino, agua y fuego, elementos que agregan un nivel de profundidad que envuelve al espectador.
Con razón, este montaje ha sido visto por más de 410,000 personas en Europa, Asia y América, pues el Carmina Burana de La Fura dels Baus es una combinación de teatro, música y ritual que transporta a quienes lo presencian a través de la intensidad de sus emociones y los invita a ser parte de una historia de impacto profundo y lleno de vitalidad.
El tiempo
La génesis de Carmina Burana se remonta al año 1225, cuando un grupo de monjes nómadas conocidos como los Goliardos recorrieron Europa proclamando una visión de la vida marcada por el goce y la libertad. Sus canciones y poemas quedaron preservados durante siglos en la abadía de Benediktbeuern, en Baviera.
En 1936, el compositor alemán Carl Orff encontró estos textos y los transformó en una cantata que se ha convertido en uno de los pilares de la música clásica.
