Los profesionales de las distintas áreas destinan recursos y varios meses de su tiempo en su preparación académica y profesional, con el fin de adquirir las capacidades idóneas para ocupar un puesto con el que sientan plenos.
Durante su tiempo de preparación, es mucho lo que terminan sacrificando, como la familia, el tiempo de ocio, las salidas con amigos, las actividades sociales, etc. Por lo que, al momento de tomar la decisión de optar por un nuevo puesto, se enfocan en considerar varios factores que al final les permitan tener un equilibrio entre su vida personal y laboral.
Por ello, es normal que algunos profesionales se tomen muy en serio la decisión de aceptar o no una nueva oferta de trabajo; es normal evaluar si valdrá o no la pena, y ponderar si satisface o no sus expectativas.
La situación viene dada porque, a raíz de haber sacrificado tanto durante mucho tiempo y, quizás, haber perdido algunas cosas importantes en el camino, un buen profesional prefiere evaluar con cautela cuál empresa elegirá para continuar desarrollando sus capacidades.
Es en esta fase donde entra en función una tarea muy importante para el candidato, y es evaluar con detenimiento varios aspectos que le permitirán identificar oportunamente si la empresa para la cual está aplicando cumple con los criterios pertinentes para elegirla como su nueva casa laboral.
La cultura de una empresa se percibe desde lo externo de la organización, desde afuera se distinguen señales evidenciadas en pequeñas acciones de su personal, desde la forma como el colaborador se expresa sobre la institución, hasta el desequilibrio en la vida laboral que muestra el empleado.
Estos son indicadores de la cultura organizacional que una persona con ojo crítico identificará en la primera interacción, y son factores que el candidato toma en cuenta para tomar la decisión final relacionada al cambio de empleo.