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Cambiando Oro por Espejitos

El Día Por El Día

Pedro Mártir de Anglería, uno de los principales cronistas de indias, publicó en el año 1516 sus impresiones sobre la llegada de los españoles a nuestra isla denominada la Española y decía así:

«Saliendo a tierra allí por primera vez, vieron hombres indígenas, que, mirando en tropel a la gente nunca vista, huyeron a refugiarse todos en espesos bosques cual tímidas liebres ante los galgos. Los nuestros, siguiendo a la muchedumbre, sólo cogieron a una mujer; y llevada a las naves, bien comida y bebida, y vestida con ornato (pues toda aquella gente de ambos sexos vive completamente desnuda, contentándose con lo que da la naturaleza), la dejaron libre».

Mártir de Anglería concluye su párrafo diciendo: «Tan pronto como la mujer volvió a reunirse con los suyos (pues ella sabía adónde habían acudido en la fuga), y habiéndoles hecho saber que era admirable el ornato y la liberalidad de los nuestros, todos a porfía acuden a la playa y piensan que son gente enviada del cielo. Echándose a nadar llevan a las naves oro, de que tenían alguna abundancia, y cambiaban el oro por un casco de fuente de loza o de una copa de vidrio. Si los nuestros les daban una lengüeta, un cascabel, un pedazo de espejo u otra cosa semejante, les traían tanto oro cuanto les querían pedir o cada uno de ellos tenía».

Al igual que Mártir de Anglería, todos los historiadores escriben que durante la época de la colonización de América los nativos cambiaron el oro que poseían por espejos, telas y otros objetos que los colonizadores ofrecían y que sólo representaban una pequeña parte de lo que valían los tesoros que entregaron.

Ese cambio de oro por espejos se ha repetido ahora en el siglo 21, cuando el gobierno dominicano ha modificado el contrato de explotación del oro de la mina de Pueblo Viejo, en Cotuí, en el cual se le exonera a la Barrick Gold Corp. y a Goldcorp Inc. del pago del 25% de Participación en las Utilidades Netas (PUN) hasta que la empresa haya recuperado su inversión de US$3,500 millones (el contrato original firmado por el gobierno con la empresa Placer Dome establecía una inversión de unos US$330 millones) y hasta obtener una tasa interna de retorno de 10%. El pueblo ha cuestionado públicamente ese cambio de oro por espejitos, aunque algunos beneficiarios justifican ese cambio.

Los funcionarios del gobierno han dicho por escrito que el país recibiría unos US$3,201 millones, mientras que la empresa ha dicho que si los precios del oro se mantienen en los US$1,400 por onza, como se han mantenido en los últimos meses, el país podría recibir cerca de US$5,000 millones, de los US$40,000 millones que vale la mina, y de los US$30,000 millones que ha de dejar en beneficios netos. Eso ha revivido el concepto colonial del cambio de oro por espejos.

Pero, aunque a todos los que hemos tenido la oportunidad de haber leído algunos fragmentos de las crónicas de Pedro Mártir de Anglería y de Fray Bartolomé de Las casas, nos queda bien claro que el cambio de oro por espejos fue una vil estafa de los colonizadores españoles en contra de los indígenas de Las Américas, hoy nos encontramos en Rupestreweb con un interesante debate entre un arqueólogo español residente en República Dominicana y un profesor argentino, debate que transcribimos in extenso para que usted pueda apreciar cómo un español moderno justifica que en el cambio de oro por espejos los indígenas salieron ganando porque, según él, los espejos eran valiosas maravillas tecnológicas y el oro era un pedacito de metal de poco valor que se encontraba fácilmente por el suelo en el lecho de algunos ríos. 

El arqueólogo español puso en Rupestreweb el siguiente texto:

Re: Sobre los espejos y el oro

Sent: Sunday, February 27, 2011 9:23 AM

 

“Estimados amigos:

 

Cuando allá por el siglo XV o XVI un español le enseñaba a un indígena antillano un maravilloso espejo de mano, le estaba ofreciendo un objeto enormemente útil y que jamás se había visto en aquellas islas. Tampoco existía la tecnología para fabricarlo y por tanto se trataba de una pieza extremadamente valiosa en Las Antillas.

El costo de semejante maravilla tecnológica era francamente ridículo para el indígena: un pedacito de ese metal que se encontraba fácilmente por el suelo en el lecho de algunos ríos y que se utilizaba solamente para hacer adornos y algunas pequeñas planchas que se colocaban en los cemíes (ídolos) de madera, a manera de ojos o de boca.

Probablemente los indígenas antillanos pensaron que los españoles eran estúpidos, al intercambiar objetos tan valiosos como espejos, por piedras de poco valor que para obtenerlas, solamente había que ir a buscarlas a los ríos. De hecho los recién llegados eran muy poco inteligentes al valorar las piedras amarillas de aquella manera, porque ni todo el oro que acumularon en La Isabela (la primera ciudad que fundaron en 1493), les sirvió para comprar comida o medicinas y de hecho, más de la mitad de los hábiles comerciantes hispanos, murieron de hambre y enfermedades con los bolsillos repletos de oro.

Mientras tanto, los taínos, con sus espejos de mano, se acicalaban cómodamente, disfrutaban de ver su rostro cuando les placía y siempre podían saber qué había tras ellos sin necesidad de volver la cabeza. La comida no era un problema, pues sabían cómo obtenerla y la falta de oro tampoco, pues a ellos de poco les servía.

No sé cómo algunos manejan la idea de pretender que los indígenas antillanos eran estúpidos al cambiar espejos por oro, pues realmente, en Las Antillas, era un negocio sumamente beneficioso para ellos. Considero que el etnocentrismo, la incultura y la falta de reflexión son los motivos de este error. Aconsejaría a quienes utilizan este manido tópico que estudien la historia y que se cultiven, para hablar con más propiedad de cosas tan serias como el nivel intelectual de los indígenas antillanos, el cual era sin duda muy alto y adecuado sus necesidades de subsistencia e integración social.

Saludos cordiales.

Adolfo López”.

 

La respuesta ofrecida por un profesor argentino fue la siguiente:

Re: Sobre los espejos y el oro

Enviado por: «condorhuasi» condorhuasi@uolsinectis.com.ar

Mar, 1 de Mar, 2011 8:26 am (PST)

 

“Respuesta al señor Adolfo López.– Es increíble que, a estas alturas del saber y la cultura, alguien practique la defensa del genocidio americano, saqueo, abuso, despojo total, represión cruel, cortes de manos y pinchaduras de ojos de los taínos cuando no traían la cantidad de oro que los invasores hispanos pretendían… La isla donde recaló Colón quedó despoblada en pocas décadas, y fue preciso importar esclavos desde África (¿Dirá Ud. que a los esclavos se los llevó para hacer turismo, y que viajaron satisfechos???).

Los argumentos que Ud. esgrime más que pueriles son increíbles… Parecen de catequesis. Afirmar que ambas partes (amos y esclavos) intercambiaron bienes… cuando lo que en realidad sucedió fue una invasión militar y un genocidio, una mentira infame y un despojo inmoral, avalado por toda Europa, sus gobiernos, papado, comercio, milicias… («todos» se llevaron mucho y se enriquecieron gracias a los indios de América).

Se ve que Ud. ignora que nuestros indígenas poseían espejos de pirita de hierro, cuidadosamente pulidos; y también de galena… Y que Colón sólo les dio a cambio de oro puro trozos de vasijas de cerámica rotas… o cuentas de vidrio de las más baratas. Además, fueron nuestros indios quienes murieron por enfermedades y pestilencias que introdujeron los sucios európidos, que nunca se higienizaban (los indios antillanos estaban siempre en el agua: se bañaban varias veces al día y eran vegetarianos).

Que no podían comprar comida los invasores… no es creíble que lo diga con seriedad: se sirvieron de toda la que encontraron en las Antillas, que eran la más abundante en frutos, granos, vegetales, miel, pesca… Además, los americanos al principio, creyéndolos «gente» y «humanos», los recibieron y alimentaron (hasta que mostraron las garras…).

No hubo una relación ni consentida ni equivalente entre ambos pueblos (americanos y európidos). Ni una relación de intercambio bilateral. Solo existió un repugnante sometimiento, engaño y abuso contra los indígenas (que eran seres inocentes como lo afirma Las Casas), que fue posible por la superioridad militar, la sorpresa cobarde y la traición aviesa. ¿Desde cuándo el esclavizado debe agradecer al esclavista o negrero por semejante sacrilegio y genocidio que costó la extinción del 60 al 90 por ciento de la población indígena americana en tan sólo un siglo?

En América había medicina y médicos mejores que los de Europa: lo dice una crónica de México, en que Cortez pide a España que «no envíen más médicos, que los de aquí son más y mejores…» Cultura, información y conocimientos les hace falta a los defensores de la esclavitud y el genocidio americano.

América fue «descubierta» por crueles negreros que, como el mismo Colón y hermanos, antes realizaron viajes por las costas de África para secuestrar y vender miles de africanos (que en Europa llaman «negros»). El comercio de esclavos fue una actividad de las más rentables, y a la vez quizá la lacra y el estigma moral más asqueroso que pueda exhibir la historia de Europa.

Lo mismo quisieron hacer en América, pero les fue mucho mejor: se apropiaron no solo de millones de esclavos, sino de todo un Continente, sus tierras, riquezas, oro, gente, petróleo… El genocidio americano todavía prosigue… (si no, vengan al Norte argentino para comprobarlo).

Todo el oro europeo es de origen amerindio… (o su mayor parte) y deberían devolverlo. Muy lejos de eso, todavía nos tienen embretados en una deuda impagable y ficticia. Mentira y más mentira: es su arma predilecta.- Por favor: dejen de engañarnos! Lo han hecho durante 500 años! Ya basta!

Prof. Jorge Fernández Chiti (Buenos Aires)”.

 

La tesis justificativa del saqueo español de nuestro oro, merecía un premio Nobel para el español A. López, de no haber sido por la aplastante respuesta del profesor argentino Jorge Fernández Chiti, respuesta que habla en nombre de todos.

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