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Cal y arena de la Semana Mayor

El Día Por El Día

Con la desmovilización de por lo menos 2.6 millones de estudiantes del sistema preuniversitario, alrededor de 120 mil profesores de escuelas públicas y cientos de miles de padres y transportistas que de lunes a viernes dinamizan ciudades y campos, el rigor del tránsito urbano entra en una breve pausa por Semana Santa.

Hasta en las denominadas “horas pico” se nota el aligeramiento del tráfico de vehículos en las vías principales del Gran Santo Domingo, e igual deben sentirlo quienes viven en las vecindades de escuelas y colegios.

Esto trae consigo la Semana Santa, como pausa o sosiego para recargar antes de llegar a la mitad del año. Pero cuidado, que no todo es ligereza, aire fresco y naturaleza durante las que pueden ser consideradas unas breves vacaciones en medio de la primavera.

Junto con el descongestionamiento coyuntural, la comunión espiritual de unos y el encuentro con lo natural de otros, se abre también uno de los períodos de más alto riesgo en las carreteras del país.

La siniestralidad tradicional de la Semana Mayor es una amenaza importante.
A este riesgo intenta adelantarse el Comité de Operaciones de Emergencias, que de acuerdo con su director, el general retirado Juan Manuel Méndez, tiene listos a 50 mil voluntarios, y dispone de helicópteros y ambulancias para asistir a quienes lo necesiten.

Ojalá que no sean necesarios y que esta Semana Santa pueda ser recordada como un modelo de referencia.
Es, en realidad, nuestra esperanza hoy, por la que hacemos votos.
Se la merecen miles de voluntarios y la familia dominicana.
No parece necesario el decir por qué.

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