La dedicación a la producción agropecuaria reclama una complicada combinación de vocación y fe en cualquiera de los rubros a los que sean orientadas las energías y las inversiones.
Una gran vocación y gran dotación de fe.
Si es el caso de una sequía y no se tiene una fuente de agua segura y un sistema eficiente para el riego de predios, es cosecha perdida.
Lo mismo si llueve en exceso o uno de esos grandes meteoros que tocan el país de manera esporádica alcanza las plantaciones.
O una plaga para la que no hay recursos biológicos, o químicos, capaces de ponerla bajo control y a la vez mantener la inocuidad de la producción.
¡Y el crédito! Porque no siempre se tiene el capital propio para dedicarlo al fomento de tal o cual producto agrícola, o pecuario, si es el caso.
Esto a propósito de preocupaciones de productores de cacao sacadas a la luz en confesiones con los responsables de la sección Economía del periódico Hoy, sobre una rara forma de barrera que deberán vencer para colocar su producción en países de la Unión Europea.
De acuerdo con los integrantes del Clúster del Cacao y el Chocolate, este producto no podrá ingresar a Europa sin una certificación de que ha sido producido mediante programas amigables con el ambiente.
Es decir, estarán vigilantes de que no hayan sido destruidos bosques para plantar cacao y, desde luego, estarán en la disposición y en las condiciones de emitir certificaciones al respecto.
La información sobre la irrupción de esta particular barrera fue publicada en la edición del periódico Hoy del pasado lunes.
Y llega en un momento en que los productores de este grano se sienten animados por las alzas internacionales de los precios, los cuales, de mantenerse en el tiempo, acaso sean un incentivo para el fomento de nuevas plantaciones o la mejora de las existentes.
Según los criterios locales, las plantaciones en el país son amigables con el ambiente, pero ¿estarán estas prácticas de acuerdo con los criterios de la Unión Europea?