Bueno y no tan bueno
En el intenso proceso de conocerse a uno mismo hay siempre una lucha en identificar aquello que son fortalezas y lo que son debilidades.
Si fuera por la sabiduría propia listarlas no costaría, pero cuando entran en escena el concepto global y las opiniones de los demás, todo se complica.
Siempre he pensado que es muy necesario abrazar lo bueno y lo no tan bueno de cada uno, ser capaz de identificar aquello que nos hace brillar y lo que nos traba el camino. Para mí, lo primero son fortalezas; lo segundo, las debilidades.
Pero con el tiempo me he dado cuenta que ambas forman parte de lo que somos y tratar de aceptar unas y rechazar otras se convierte en una lucha titánica que no suele llegar a buen puerto.
Y que conste que todos podemos cambiar, evolucionar, pero de la misma forma lo hacen esas fortalezas y debilidades que nos definen, que en conjunto hacen ese todo que nos convierte en lo que somos.
Por lo tanto, aquello que consideran que los hace fuertes, poténcienlo, aquello que ven como una debilidad, aprendan a manejarlo y a convivir con ello. Al final ambas cosas son las que le hacen único, y nadie, absolutamente nadie es perfecto.
Cuando logramos ser amables con nosotros mismos y dejar de criticarnos o atacarnos por aquello que no nos gusta, sin casi darnos cuenta es algo que se empieza a diluir o por lo menos no es tan marcado.
Pero si nos centramos solo en lo negativo, eso se hace grande, apaga todo lo demás y al final es lo que somos y lo que los demás ven en nosotros.
Equilibrar es siempre la clave, así como lo más difícil. Pero hoy sería feliz si se quedan con una idea: sean amables con ustedes.
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