En Nietzsche (1844-1900) la idea de Spinoza (1632-1677) que reza “Omnis determinatio est negatio” se vuelve expresión de una relación fértil entre los conceptos de ser y devenir, una lucha sin tregua entre las fuerzas reactivas y las activas, entre la negatividad creativa y la positividad mimética.
El ser es puente del devenir. Dar al devenir la condición de ser es la más elevada expresión de voluntad de poder. Quien ve en el ser en sí un devenir, es reactivo. Ser es manifestación de la confrontación de fuerzas.
Ser moderno, ser contemporáneo indica asumir corporal y espiritualmente un estado de poder en el que las fuerzas negativas priman sobre las positivas.
El ser social que hemos construido, nuestra “hybris”, existe en tanto que necesaria tarea de superación. Superación por ruptura radical u olvido, por una transmutación de todos los valores. Superación por juego, renacer, inocencia y azar.
Nietzsche se pregunta por el sentido de los valores establecidos. Su filosofía es una antifilosofía, porque cuestiona aquélla y la refunda. Su discurso no delinea una doctrina; antes bien, desarticula y destruye toda doctrina e instituye en la labor de pensar la necesidad de la sospecha, de la negatividad.
Nietzsche formula preguntas al ser y a la razón, al persistente sesgo de los modelos teóricos, sociológicos, políticos y metafísicos sobre el carácter necesario del porvenir, a los proyectos alternativos inscritos en perspectivas morales o religiosas, a las redenciones de todo orden, a las ilusiones. Un pensamiento que cuestiona los saberes establecidos y dominantes.
Nietzsche es el filósofo del poder. No trató de buscar solamente el valor de las cosas, sino también, su vinculación con otras fuerzas, para la invención transubjetiva de relaciones de poder ocultar bajo el lenguaje, el pudor, la moral, la verdad, la religión, la ciencia y el discurso político.
Nietzsche es el filósofo del valor. Cuestiona la validez o invalidez de los valores en una perspectiva histórica. Profundiza y detalla el hecho de que en toda sociedad hay una voluntad de valor históricamente determinada, acorde con una o varias jerarquías axiológicas preeminentes; que esa voluntad de valor es una voluntad de verdad equivalente a una voluntad de poder, manifiesta en las colisiones entre los valores y las respuestas axiológicas, o en la confrontación de fuerzas cualitativa y cuantitativamente diferenciadas.
Una reflexión activa sobre el estado (ser) y los cambios (devenir) de la sociedad a partir del concepto de valor es posible, en base a la concepción de este como categoría ontológica y social general; es decir, un algo que nace con la sociedad y solo con la sociedad muere.
El concepto nietzscheano de transmutación axiológica como cambio de carácter ontológico, no es un mero mito como sugiere Lukács, sino una categoría con niveles de inserción en la realidad ajenos al mito. Una categoría de interpretación y valoración; un arma metodológica para el desvelamiento y denuncia de relaciones de poder.
Nietzsche vio en el poder una cuestión compleja y no el burdo ejercicio vertical y concentrado del dominio; no el poder como mero instrumento de explotación y opresión. Su pensamiento presenta una anatomía del poder en su capilaridad y en su profundidad; una microfísica del poder sentada sobre marginalidades y minoridades de resistencia topológica, que engendran poderes más grandes.
El poder no se reduce al Estado y sus aparatos represivos ni a las instituciones espirituales y materiales de la cultura. El poder permea la sociedad en su totalidad y complejidad funcionales.
El poder reclama algo del otro en y desde la voluntad.
Nietzsche no podía prever la revolución digital. Byung-Chul Han, pasando Por Heidegger, Foucault y Bauman, se encargará de contextualizarlo en el poder digital.