Foto icónica de la guerra del 65, con los “Catarey” como barrera para cerrar el paso a los de San Isidro por el Puente Duarte.
Para muchos intelectuales e investigadores de la historia, la revolución de abril, que arriba a sus 57 años, es uno de los acontecimientos más trascendentes del devenir dominicano en el siglo XX. No se trataba del simple conflicto entre grupos por la toma del poder, sino de un movimiento esencialmente democrático y popular que pretendía cambios sociales profundos, cuyas lecciones resulta necesario reivindicar.
La revolución de abril es la culminación de un proceso histórico iniciado en 1961 con la muerte de Rafael Leónidas Trujillo Molina, caracterizado por la lucha de sectores oligárquicos tradicionales, civiles y militares, en pugna para controlar el patrimonio económico y político dejado por el Tirano y, conjuntamente, la exigencia de cambios profundos de amplios sectores de la población, víctimas de exclusión y sometidos a un férreo régimen personal durante tres décadas.
En el ámbito internacional, los Estados Unidos maniobraron para que la ruptura violenta del régimen no condujera a la emergencia de fuerzas progresistas y expusiera al país al peligro que, a su juicio, representaba Cuba, “irradiadora del comunismo en el hemisferio”. Para evitarlo, respaldaron a aquellos núcleos que representaban el trujillismo sin Trujillo.
Estas condiciones abrieron un período de cuatro años (1961-1965) marcado por once gobiernos sucesivos, la conformación de organizaciones políticas representativas de intereses en conflicto, la realización de elecciones nacionales, el golpe de Estado, las huelgas, mítines, marchas…, cuyo desenlace final fue la revolución de abril de 1965.
En sectores
La oligarquía tradicional, en cierto modo avasallada por Trujillo, en medio de este proceso se nucleó en torno a la Unión Cívica Nacional (UCN), dirigida por Viriato Fiallo, que logró el apoyo de Estados Unidos y de la alta jerarquía eclesiástica y militar.
Las clases populares, así como exiliados políticos que regresaron al país, se sumaron al Partido Revolucionario Dominicano (PRD), fundado en Cuba en 1939 bajo el liderazgo de Juan Bosch, y que inició sus actividades públicas luego de la muerte de Trujilo.
Grupos de izquierda y la juventud más radical conformaron el Movimiento 14 de Junio (1J4) y el Movimiento Popular Dominicano (MPD).
Las luchas por la democracia que implicaban a amplios sectores de la población obligaron a organizar al Consejo de Estado, gobierno surgido tras la muerte del tirano. Las primeras elecciones libres, fueron celebradas el 20 de diciembre de 1962 y dieron como resultado el triunfo del Partido Revolucionario Dominicano y de su candidato, el profesor Juan Bosch.
Bosch realizó un gobierno de corte liberal y democrático, y propició una nueva Constitución, considerada la más progresistas desde la fundación de la República. Su contenido lesionó intereses de influyentes grupos económicos nacionales y extranjeros, así como de la jerarquía católica, los cuales crearon las condiciones para el golpe de Estado ejecutado el 25 de septiembre de 1963.
Después del golpe
Depuesto Bosch, se conformó el Triunvirato, gobierno ilegítimo que se basó en la represión, la corrupción administrativa y la conformación de clanes en las Fuerzas Armadas, como los de San Cristóbal y San Isidro.
Frente a estos clanes, surgió el movimiento constitucionalista en los mandos medios de las milicias, que propugnaba el restablecimiento del gobierno del profesor Juan Bosch y el regreso a la constitución de 1963. Este movimiento estuvo dirigido por el coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez.
En los primeros meses de 1965 la ruptura del triunviro Donald Reid Cabral con sectores que lo llevaron al poder, las acciones de los clanes en las Fuerzas Armadas, los aprestos de jóvenes militares constitucionalistas y el descrédito general del gobierno, crearon las condiciones para el estallido popular del 24 de abril de 1965.
El conflicto, que se extendió desde el 24 de abril hasta el 3 de septiembre de ese año, puso de manifiesto el ascendente liderazgo del coronel Francisco Alberto Caamaño y varios hechos de importancia durante la marcha de los acontecimientos: la conformación de varios gobiernos, algunos de forma paralela, que agrupaban representantes de los grupos enfrentados; la creación de comandos por parte de la población civil para organizar la resistencia; el desembarco de tropas de Estados Unidos a partir del 28 de abril, que transformó el enfrentamiento en guerra patriótica; el desencadenamiento de la operación limpieza contra la zona constitucionalista ejecutada el 8 de mayo; la división de la ciudad de Santo Domingo con la instauración de una zona de seguridad internacional, y el activo papel de la mujer en el entrenamiento militar, el combate y el apoyo logístico.
Luego de varios meses de contienda, se iniciaron las negociaciones para solucionar el conflicto entre representantes del gobierno de Estados Unidos, de la Organización de Estados Americanos (OEA) y de los líderes constitucionalistas. Estas negociaciones culminaron el 31 de agosto con la firma del Acta de Reconciliación Nacional, la cual, entre otros puntos, incluía la renuncia de Caamaño como presidente de la República, la selección de un presidente provisional, la celebración de elecciones libres y el reintegro de los militares constitucionalistas a las Fuerzas Armadas.
El 3 de septiembre de 1965, frente a una multitud congregada en la Fortaleza Ozama, Caamaño anunció su renuncia como presidente y posteriormente fue juramentado Héctor García Godoy como presidente provisional.
Si bien es cierto que la revolución de abril no obtuvo el objetivo planteado debido a la odiosa ocupación de tropas estadounidenses, puso en evidencia lo que es capaz de hacer un pueblo cuando son violentados sus derechos y cerradas sus posibilidades democráticas.
*Por ÁNGEL HERNÁNDEZ