¡Ay, Dios! ¡Qué maldito atraco!

¡Ay, Dios! ¡Qué maldito atraco!

¡Ay, Dios! ¡Qué maldito atraco!

Por Carlos Rodríguez

¡¡¡El Diablo!!! Que me perdone el mundo cristiano, pero la expresión no es más que la derivación natural de una combinación de sorpresa e indignación.

Es la reacción lógica, agrego, que tendría cualquier desgraciado estafado por los afortunados sujetos del titular de primera plana y su contenido en el periódico Diario Libre de esta misma fecha.

«En 2015 las AFP ganan 3.6 veces más que los afiliados del Sistema”

Lo que eso quiere decir es que los banqueros dominicanos y extranjeros, que son los mismos dueños de las administradoras de los fondos de pensiones, resumidas por las siglas AFP, del Sistema Dominicano de Seguridad Social (SDSS) se ganaron el pasado 2015 casi cuatro veces más que lo que ganaron los dueños del dinero.

Pero pregúntense ustedes ¿por qué? Y la respuesta es: «por dar un «clic» para aprobar una operación de préstamo de ese dinero. O mejor dicho: por dar dos «clic» para hacer dos operaciones de préstamos. Uno que les representa cobrar la comisión por administración de 0.5 por ciento del salario cotizable de cada afiliado; y otra comisión de 30% “por el margen de interés de los certificados de depósito en la banca múltiple (…) y el rendimiento de los bonos que negocian en el mercado secundario de valores” donde dichas AFP invierten los fondos de los trabajadores.

Así se las pasan los señores banqueros con el dinero de los trabajadores: «con un palito y una pipa», como dice en su lírica el famoso merengue de Johnny Ventura.

¿Y de los dueños del dinero, qué?

Por lo pronto, 1 millón 743 mil 218 trabajadores, que son los dueños de los cuartos, ¡»muy bien», gracias!, pero con «jota». Si no, que se arme de coraje un afiliado que tenga un fondo de RD$400 mil ahorrados en su AFP; y que vaya a buscar un préstamo de RD$400 mil al mismo banco propietario de la AFP, para que vea cómo le va con la tasa de interés que le aplica el banco, con los «gastos de cierre», con el «seguro de desempleo», con el «seguro de muerte» y con el «seguro de vida» (que al final no le devuelven aunque cumpla todos sus pagarés vivito y coleando) y, en fin, ¿cuánto terminará pagando?

Después, que compare en cuántos le sale el préstamo al final y cuánto le paga a él la AFP por los RD$400 mil que tiene ahorrados en ella, durante el mismo período. Yo me atrevería a apostar «peso a cabo e’túbano» que el resultado sería ¡muchísimo a poquísimo, pero a favor del banco!

No sé cómo le llamarán a la acción que retrata la noticia de Diario Libre los señores del Consejo Nacional de la Empresa Privada (CONEP), los de la Asociación de Industrias, de la Asociación de Bancos Comerciales ni de la Asociación Nacional de Jóvenes Empresarios (ANJE) y otras fragancias como la propia asociación Dominicana de Administradoras de Fondos de Pensiones (ADAFP) tan proclives, todas, a exigir transparencia en la administración de los fondos públicos.

Tampoco sé cómo le llamará a dicha acción la institución «reguladora»; es decir, la Superintendencia de Pensiones (SIPEN) por demás controlada por los banqueros ni cómo le llamará el Consejo Nacional de la Seguridad Social. Es más: sinceramente, no sé cómo le llamará el propio Gobierno, que está llamado a hacer que se apliquen las reglas de juego en estos negocios.

Pero como no se trata simplemente de una «inversión altamente rentable” ni de un «negocio lucrativo» ni una «inversión con una excelente tasa de retorno» ni de una «indelicadeza», lo que sí sé es que se trata de un bestial proceso de acumulación originaria de riqueza y capital, similar un atraco sin mano armada, pero con resultado similar al que ejercían los Piratas, los Corsarios, los Bucaneros y los Filibusteros de los siglos XV y XVI. Sólo que ésta modalidad la llevan a cabo capitalistas dominicanos y extranjeros verdaderamente “modernos” y en pleno siglo XXI contra los dueños del dinero de afiliados que cotizan en sus empresas de Fondos de Pensiones.

¡Eso sí! Nada más espero que ahora los ciudadanos puedan entender por qué los banqueros se las arreglaron para invertir el orden de entrada en vigencia de los tres grandes renglones de la Seguridad Social: la salud, que debió ser primero, entró segunda; y las pensiones, que debieron entrar tercero, después del seguro de vejez y discapacidad, entró en vigencia primero y completo, desde que se aprobó la ley, en 2001. El Seguro Familiar de Salud, sin embargo, apenas pudo hacerlo como caricatura más de seis años después.

Por eso los banqueros disfrutan hoy día de un sistema que tiene a su disposición más de RD$360 mil millones de pesos, al que administran y le sacan 3.6 veces más beneficios que los dueños. Y algo más: esos fondos se incrementan al ritmo de RD$6 mil millones todos los meses.

Como si todo eso no fuera nada, en 2005 las AFP se hicieron aprobar por la SIPEN una resolución para establecer una modalidad de pensión que les permitía “extender” la esperanza de vida de los afiliados, en el entendido de que a mayor esperanza de vida corresponde un menor monto de la pensión y a menos años de vida mayor monto, en función de lo ahorrado.

Esa resolución, que tuvo que derogar el CNSS fruto de la presión montada por sectores avezados, era la herramienta ideada por los banqueros de las AFP en su intento de quedarse con los fondos cotizados por los afiliados que por tener 45 años o más de edad al entrar en vigencia el Sistema de Pensiones de la Ley 87-01 pasaron al Sistema de Repartos o a las Cuentas de Capitalización Individual.

El anzuelo era crear una supuesta «pensión solidaria», que al final establecían las propias AFP en base a la “extensión” virtual de los años de vida al pensionado, de suerte que el monto de la pensión bajara en función de la división del monto del ahorro en una cantidad determinada de meses.

Así, por ejemplo, a un trabajador con 70 años de edad que acumulaba RD$1 millón y le calcularan que durará vivo 100 meses más (o sea los llevaban a 78.4 años) podría tocarle una pensión de RD$10 mil, pero si le calculaban una esperanza de vida de 50 meses (4.2 años) su pensión podría ser de RD$20 mil. Hay que recordar, sin embargo, que la esperanza de vida de los dominicanos ronda los 73 años.

De hecho, ambos montos podrían ser cubiertos con recursos provenientes de los certificados de plazo fijo más el rendimiento de los bonos que las AFP colocan o invierten en el mercado secundario de valores.

Pero hay más: en un país matizado por la carencia de información y el desconocimiento de los derechos ciudadanos ¿adónde suponen ustedes que se quedaría el dinero ahorrado por un cotizante que fallezca? ¿De verdad creen ustedes que la AFP se molestaría en llamar a los herederos del ese extinto afiliado para entregarles su dinero? Los que den la respuesta correcta a estas dos preguntas, de seguro acertarán en la respuesta a la de ¿para qué las AFP se hicieron aprobar la resolución que les permitía retener los ahorros de los afiliados que fueron al Sistema de Reparto y a las Cuentas de Capitalización Individual, a cambio de una pretendida «pensión solidaria».

*El autor es periodista.



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