La política partidista, esa que atrae a una gran parte de la población dominicana, se activa con tanto vigor y anticipación como no lo hacía desde hace más de una década.

El pasado fue un año con tres consultas electorales, una de ellas fallida, y sin embargo los efectos de la pandemia sobre el ánimo colectivo lo hicieron parecer deslucido.

Bastante más dinámico había resultado el año previo, el 2019, por la inesperada coyuntura interna en el Partido de la Liberación Dominicana, entonces de gobierno, por el enfrentamiento entre dos bandos, uno liderado por Danilo Medina, que actuaba desde el poder, y otro encabezado por Leonel Fernández, que lo hacía desde la oposición interna. Antes de que terminara el año prepandemia el PLD se había dividido.

Los procesos electorales tendrán lugar en el 2024, todavía no están a la vista, pero animan bastante a los que entienden que tienen que madrugar para que las formalizaciones de los plazos, cuando sea que se produzcan, los encuentren junto a la puerta de salida.

Este ambiente preelectoral tiene de negativo que tiende a envolver a los partidos, y a la parte de la población que los sigue con fanatismo, en un vocinglero interminable y en una trituradora de recursos que cansa a todos.

De positivo tiene, en cambio, que con la canalización de las energías hacia las vías políticas electorales tienden a minimizarse los riesgos de conflictos sociales fruto del descontento por alzas de precios, la inseguridad y otras carencias y deficiencias, que siempre se hacen presentes por incapacidad de las administraciones o por coyunturas insalvables.

Antes que a elegir presidente y vicepresidente, se convoca a escoger ayuntamientos, pero hasta ahora todos salen con la vista puesta en las últimas, las que llevan al Palacio Nacional.