América latina y sus gobernantes

América latina y sus gobernantes

América latina y sus gobernantes

Daris Javier Cuevas es economista y académico.

La región de América latina ha transitado por grandes eventos de desajustes económicos, crisis políticas y desequilibrios sociales frecuentes que, en una alta proporción, explican las ondulaciones y obstáculos para alcanzar un nivel de desarrollo económico e institucional de cierto nivel de aceptación. Situación esta que ha incidido en la presencia de la injerencia extranjera, permanencia de dictadores y regímenes de fuerza que han destrozado las aspiraciones de progreso de la población.

A pesar de ese malestar y la difícil etapa de crisis económica aguda de la década de los 80s, la región de Latinoamérica se reencontró con el optimismo desde mediado de la década de los noventa, fruto del contexto de estabilidad económica y política.  Este contexto fue alcanzado por dos factores relevantes como fueron la extinción de las dictaduras y las reformas estructurales, ambas en la década de los noventa.

La incidencia de la estabilidad económica y política en América latina fue de tal magnitud que la demanda y expectativa democrática provocaron una preferencia de un 61%, a 1997, como forma de gobierno, esperanzados en conquistar más derechos económicos y sociales. En adición, decantarse por mayor acceso a la información, la transparencia y por el debate de calidad en lo político y los temas de interés para superar la inequidad y la desigualdad socioeconómica.

Aunque parcialmente las expectativas de la región de América latina fueron alcanzadas en su etapa primaria, esta no ha logrado un avance paralelo en lo institucional y tampoco en lo relativo a las contradicciones sociales ancestrales que han frenado las aspiraciones de progreso de los ciudadanos. Cuando se analizan las cifras de inequidad y progreso en las últimas tres décadas sale a relucir que, conforme con la CEPAL, para 1990 la región registraba más de 200 millones de personas pobres y una indigencia de 93 millones.

Al cierre de la década de los noventa, 1999, fue espantosa el incremento de 211 millones de pobres, mientras que la población de indigentes se situaba en 89 millones, significando tal situación que el modelo de desarrollo económico carecía de elementos satisfactorios para superar las calamidades de la población. El rostro de la pobreza e indigencia parecería el signo más distintivo de América latina si se pondera que en lo que transcurre del siglo XXI, este malestar social sigue presente sin avances relevantes, reflejados en que la existencia de 181 millones de pobres y 70 millones de indigentes, lo que al relacionarlos con 1990 no es para mostrar una efectividad en el combate a este malestar.

La esperanza de la región con el fenómeno de las bonanzas registradas durante el periodo 2003-2008, explicada esta por factores fundamentales, tal como lo fueron el progreso democrático derivado de un mejor clima social y político. Por igual, un ambiente económico que estuvo condicionado por el auge de la economía global fruto de que las economías de la india y China lograron un repunte impresionante, combinado con una solidez admirable en las economías desarrolladas.

En la actualidad, América latina se ha encauzando por una incertidumbre silenciosa y de muy alto riesgo, situación que se incuba en una combinación de la desaceleración progresiva de la economía regional con crecimiento económico frágil y un riesgo político ascendente mostrado por la desafección por la democracia, inducido por el populismo. En medio de este fastidio está la insatisfacción social, una mayor concentración de la riqueza y el progresivo deterioro en la calidad de vida de la población los cuales están optando por ingresar al ejército de migrantes masivos.

La economía de la región no está generando el potencial de crecimiento esperado para salir de su letargo ancestral. Pero a tal realidad se agrega que un número significativo de gobernantes no están ejecutando políticas que recojan las aspiraciones de los ciudadanos, quiebran la constitución, no logran construir canales para armonizar soluciones a los problemas comunes de la región, inflan sus egos, destruyen la cooperación y degeneración en las vías de entendimientos.



Daris Javier Cuevas

Economista-Abogado Máster y Doctorado en economía Catedrático de la UASD