
Lo bueno (o malo) de infiernos grandes como los de pueblos chicos, es que tanta cercanía de unos con otros hace difícil que quien se roba un pato pueda esconder las plumas o el olor del guiso de lo ajeno.
Por eso es tan escandaloso que tras cinco años de incesante lawfare, llevando en la prensa los juicios por corrupción que merecían mejor suerte en los tribunales, el Ministerio Público proclame orondo que aplicó el criterio de oportunidad para pactar que notorios ladrones del Erario devuelvan miles de millones de pesos a cambio de evitar las condenaciones ejemplares que ameritan.
Eso significa no sólo la admisión de culpa por los imputados, sino también una confesión de los fiscales de la debilidad de sus esperpénticos expedientes de miles de páginas, con pruebas al parecer inútiles. Esa irresponsabilidad tiene consecuencias comprobables.
Por ejemplo, en publicaciones oficiales del Inazúcar sobre el desempeño del ingenio estatal, se ve que de toda su producción de azúcar de las dos últimas zafras dizque sólo ha vendido una muy mínima parte, distinto a todos los demás productores.
El porvenir dominicano luce amargo cuando ciertos funcionarios hacen lo que hacen sin importarles la flagrancia, pues esta importa poco a una Procuraduría demasiado ocupada en sus asuntos políticos.