A grandes males, grandes remedios

Los planes del Gobierno para el aligeramiento del tapón permanente en que están a un tris de convertirse las avenidas y calles del Gran Santo Domingo, tanto por la cantidad enorme de vehículos como por la forma de conducirlos, se encuentran en vías de concreción.
El programa de mejora anunciado ayer incluye un cierto escalonamiento horario en instituciones del Gobierno, el reordenamiento vial, una vigilancia más estrecha de parte de la Digesett y el acondicionamiento de la penalización por infracciones.
Además de la participación de varias agencias e instituciones estatales, la “estrategia integral de gestión del tránsito para el Gran Santo Domingo” ha contado con la asesoría de organismos internacionales, expertos técnicos y representantes del sector privado, de acuerdo con lo informado por los responsables del Gabinete de Transporte.
El propósito de reducir los niveles de congestión, mejorar los tiempos de desplazamiento, reforzar la seguridad vial y optimizar el uso del espacio público anunciado junto con esta “estrategia de gestión del tránsito”, es loable, y ojalá cuente, junto con los procedimientos coercitivos para llevar a los usuarios de las vías públicas —incluidos venduteros y transeúntes— a conducirse según las normas, con un programa educativo por cuantos medios sea posible para el reforzamiento del estado de civilización entre nosotros.
Cualquiera puede suponer dificultades para la adopción de nuevos hábitos a propósito del reordenamiento de vías y cambios horarios en instituciones del Estado, pero todos estamos a cargo, y esto no por suposición, de las graves consecuencias para la saluda pública, la integridad personal y el costo económico de tener que salir a las calles en las denominadas horas pico.
Los grandes males siempre han requerido de grandes remedios.