Trayendo a colación la pregunta de Jesús, escenificado en Mateo 16: 13 dice: ¨Viniendo Jesús a la región de Cesárea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos¨.
Jesús conocía el corazón de sus discípulos, pero necesitaba oír de sus labios su parecer. No era su preocupación lo que pensaran los demás, lo importante era lo que pensaran ellos que habían caminado con él y habían visto su trayectoria y milagros, pero más aún, quería dejar en las generaciones venideras lo que ante sus ojos significa el lugar que él ocupe en nuestros corazones, pues, dependiendo del sitial que Jesús tenga en nosotros viene la bienaventuranza.
Hace unos años dije a mi supervisor en mi entorno laboral que para mí era sumamente importante admirar y valorar de forma positiva a mi superior, y es que definitivamente esa valoración tiene un papel preponderante en el rendimiento laboral, en ese mismo tenor, pero a una escala mucho mayor es la relación con nuestro Señor.
En la medida que tomamos consciencia de la magnificencia de Jesús, su poder y la gloria que lo reviste, valoramos más su sacrificio al morir en la cruz del calvario por cada uno de nosotros y la admiración, el amor y el agradecimiento hacia él crece coadyuvando a que queramos llevar una vida digna ante sus ojos.
Cuando reconocemos quien es Jesús e intimidamos con él sentimos orgullo de ser sus discípulos, nos comprometemos con su obra, somos auténticos cristianos, en todo tiempo y en todo lugar, reflejamos a Cristo a través de nuestras vidas y buscamos fervientemente a través de su Palabra el santificarnos, reflejando mejoría en nuestro actuar en todos los órdenes.
En el tiempo que nos ha tocado vivir nuestro compromiso es aún mayor, es bien sabido que fue anunciado que en los días postreros (y créanme que son estos) abundaría el pecado, pero también que sobreabundaría la Gracia y nuestro rol es anunciar esa Gracia a fin de dar a conocer las buenas nuevas llevando esperanza al corazón atribulado.
Yo como el apóstol Pedro digo que Jesús es el Hijo del Dios viviente!