Dos hechos prácticamente concomitantes, la activación comercial de noviembre y la inesperada moderación de las temperaturas a continuación de una primavera/verano de calor inusual, deben de haber movido a la instalación del espíritu navideño con bastante anticipación.
Así que, al llegar este fin de semana, la población lleva bastante tiempo preparándose para una Nochebuena y una Navidad por todo lo alto.
Debe ser al gusanillo que mueve los ánimos a lo que algunos denominan “la brisita de diciembre”.
Lo usual en estas circunstancias es invitar a la moderación.
Pero también es sabido que mucha gente laboriosa se pasa el año de faena en faena y va tirando monedas en una lata para “desacatarse”, así sea en su medida, al final de año.
Muchos de estos desacatos tienen lugar en juntes familiares y por tratarse de hechos previsibles, casi a nadie lo toman de sorpresa.
Así que la moderación que se aconseja para estos casos tiende a ser un llamado a la preservación del buen estado y la salud.
Y a pesar de que muchos asumen estas fiestas para comer, beber y bailar por todo el año, la verdad es que invitar a la moderación así sea por enésima vez tampoco debe de hacerle daño a nadie.
La realidad es que lo de estos días no es más que un hecho astronómico al que ha sido asociado un festejo, el de la natividad.
Y como cada cual festeja a su manera y algunos hasta ponerse bien calientes, dígase desde hoy y hasta el lunes (inclusive), como lo diría el notable Góngora, Luis de Góngora y Argote, en el poema que tituló Ande yo caliente: Traten otros del gobierno/ del mundo y sus monarquías,/ mientras gobiernan mis días/ mantequillas y pan tierno,/ y las mañana de invierno/ naranjada y aguardiente,/ y ríase la gente.
Tenga cada uno, y cada cual, una gran Nochebuena, una feliz Navidad… ¡y ríase la gente!