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Y el crujir de dientes

El Día Por El Día

Apesar de la amenaza que representa el coronavirus causante del Covid-19, muchos pusieron a un lado la prudencia y extendieron el desafío a la medida dispuesta por la autoridad competente para que a la 1:00 de la madrugada estuviera cada quien en casa.

Es conocida desde hace meses la pérdida de miedo al contagio, y tal vez contribuyó a ello el haber tenido que organizar unas elecciones presidenciales en julio pasado.

En aquella ocasión, desde luego, nos encontrábamos ante un deber ineludible por el riesgo de que la nación se encontrara frente a una coyuntura política muy compleja, vista la falta de opciones institucionales satisfactorias para el caso de que no fueran montados los comicios presidenciales por la pandemia.

Días después de cerrada la campaña electoral asistimos a un incremento significativo del número de contagios registrados por el sistema sanitario.

De acuerdo con una información publicada por el EL DÍA en fecha 1 de septiembre, agosto fue el mes con el registro más alto de defunciones desde que empezó en el país aquel funesto conteo, seguido por julio, mes en el que concluyó el proceso electoral.

Luego empezaría a bajar hasta el punto de que hoy día el presidente Luis Abinader ha podido decir al periódico madrileño El País, que el coronavirus está bajo control.

Para esta fecha el sistema de salud cuenta con una notable destreza en la atención de pacientes afectados de Covid-19, pero si las fiestas de Navidad dejan como herencia un repunte de casos, no se olvide que, contrario a las elecciones efectuadas el día 5 de julio, faltan todavía los festejos de Año Nuevo, fecha para la cual el desborde puede llegar a ser igual o más alto que en Navidad.

Es conocida la denominada cuesta de enero, un período en el cual hasta el gobierno se encuentra con las finanzas estresadas.
Un poco de prudencia puede ser suficiente.

Después de todo, el año 2020 no ha sido como para celebrar, y menos hasta el agotamiento. Perderse otras navidades y otros años nuevos, o vérselos perder a un ser querido por pasarse de la raya en un año como este, de verdad, no vale la pena.

Ningún lloro ni el crujir de dientes bastarían para borrar un desatino.

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