«Xi es un nuevo Mao».
Es una frase que se ha escuchado con cada vez mayor frecuencia a medida que el actual líder supremo de China, Xi Jinping, ha ido concentrando poder en sus manos.
Esta semana ha vuelto a repetirse con motivo del Congreso del Partido Comunista de China (PCCh) en el que se espera que sea ratificado por cinco años más como secretario general de esa organización, abriendo así las puertas para que se convierta en el hombre más poderoso que ha habido en ese país después de Mao, quien fundó la República Popular China y fue jefe del PCCh desde 1943 hasta su muerte en 1976.
El PCCh no establece ningún límite de mandato. Pero ningún líder además de Mao, el fundador de la China comunista, ha cumplido con un tercer periodo en el poder.
Además, en 2018 hubo una reforma constitucional que abolió el límite de dos mandatos que existía para ejercer la presidencia del país, abriendo así la posibilidad de que Xi, de 69 años de edad, permanezca en el poder por el resto de su vida.
Esa norma que existía desde 1982 limitaba el poder de Xi, que es, al mismo tiempo, secretario general del PCCh, jefe de Estado y presidente de la Comisión Militar Central de China, por lo que dirige las Fuerzas Armadas del país.
Las comparaciones entre Xi y Mao también se han alimentado en los últimos días de la retórica que empleó el actual mandatario chino durante la inauguración este 16 de octubre del 20 Congreso del PCCh.
«Desde este día en adelante, la tarea central del Partido Comunista de China será liderar al pueblo chino de todos los grupos étnicos en un esfuerzo concertado para lograr la Meta del Segundo Centenario de convertir a China en un gran país socialista moderno en todos los sentidos y promover el rejuvenecimiento de la nación china en todos los frentes a través de un camino chino hacia la modernización», dijo.
«Solo echando raíces en el rico suelo histórico y cultural del país y de la nación florecerá aquí la verdad del marxismo«, agregó.
Pero ¿cuánto se asemeja realmente Xi a Mao Zedong?
Líderes y momentos distintos
«Ambos son chinos. Ese es el final de la comparación«, responde con rotundidad a esta pregunta de BBC Mundo Rebecca Karl, profesora de historia especializada en la China moderna de la Universidad de Nueva York.
«Ambos son chinos. Ambos son líderes del Estado chino y del Partido Comunista chino, por lo que habitan una esfera y un ámbito institucional que los hace comparables», agrega poco después.
La experta advierte que ambos líderes operan en mundos muy distintos, pues la China de Mao estaba inmersa en la Guerra Fría, cuando el mundo estaba dividido entre capitalismo y socialismo, y había una competencia entre dos formas distintas de estructuras económicas, sociales, culturales y políticas.
«Hoy vivimos en un mundo capitalista donde Xi preside un país que compite dentro del capitalismo ante lo que se ha entendido como los estados capitalistas dominantes, Euro América, que ahora ya no son tan dominantes, por lo que todo esto ha precipitado un crisis dentro del capitalismo, no entre el capitalismo y el socialismo», señala.
«Tienes una situación mundial completamente diferente, y lo que Xi está tratando de lograr es algo completamente diferente de lo que Mao estaba tratando de lograr», añade.
«Xi no es el nuevo Mao»
Jacob Shapiro, socio y director de análisis geopolítico de la consultora Cognitive Investments, afirma que Xi y Mao son similares en un aspecto clave y que, entre ellos, todo lo demás son diferencias.
«Ambos son líderes que básicamente han tratado de aumentar el control centralizado en China para aprobar reformas o cambios importantes que necesitan que sucedan para que China pueda ascender a una mejor posición geopolítica», dice el experto a BBC Mundo.
«Ahí terminan las similitudes porque la forma en que Xi está tratando de hacer todas las cosas que está haciendo para que China sea más fuerte, más próspera y más relevante geopolíticamente, en muchos sentidos ha significado que ha tomado todo lo que hizo Mao y está intentando hacer lo contrario», agrega.
Shapiro señala que desde el fin de la guerra civil en China, en 1949, ha habido tres líderes supremos en ese país y cada uno tuvo un rol distinto.
«El primero fue Mao. Él fue el responsables de hacer de China una nación moderna a partir de lo que eran un montón de señores de la guerra y de facciones que se estaban combatiendo entre sí en la guerra civil. Él fue quien logró poner a China en pie. El siguiente fue Deng Xiaoping, quien tomó el caos de la era Mao e hizo de China un país próspero haciendo unas reformas económicas sobre las cuales el Estado tenía control, pero cuya máxima prioridad era hacer prosperar el país», dice.
«Yo creo que Xi quiere fortalecer a China en un sentido unificado. Así que Xi no es el nuevo Mao. Xi no es el nuevo Deng. Xi es el nuevo Xi. Y si quieres entender lo que va a hacer y lo que eso significa para el futuro de China, tenemos que descartar este viejo tipo de comparaciones», agrega Shapiro.
Shapiro considera que ese tipo de comparaciones son una forma «perezosa» de pensar que, en realidad, no ayudan a entender mejor a Xi ni lo que él quiere hacer con China.
«Claves maoístas»
Chris Marquis, profesor de Gerencia China en la Escuela Judge de Negocios de la Universidad de Cambridge y autor del libro de próxima publicación «Mao and Markets», coincide en que Xi y Mao son líderes completamente distintos en eras totalmente diferentes, por lo que no tiene sentido compararlos.
«Lo que sí creo que es importante de estas comparaciones es que Xi está usando muchas de las palancas del poder, por así decirlo, de Mao. Xi usa su propaganda e ideología para promover sus programas. De hecho, la forma en que funciona el aparato político de China proviene de Mao», apunta.
El experto señala que Xi usa tres ideales maoístas para gobernar China.
El primero, tiene que ver con mantener al PCCh en el centro de todo. «En China, el PCCh es un paraguas que lo abarca todo: el Estado, el mercado, los militares. El Ejército de Liberación Popular (la Fuerza Armada de China) es una unidad del Partido Comunista, no del gobierno», dice.
El segundo elemento tiene que ver con que Xi, al igual que Mao, rechazan las críticas y los revisionismos internos.
«Una razón por la que el PCCh considera importante controlar la historia es porque sirve de base para la legitimidad del partido. En China se cree que una de las principales razones por las que la Unión Soviética se desintegró fue porque, de alguna manera, renegaron de su historia. Esto se remonta a cuando Nikita Jruschov criticó a Josef Stalin; y luego [Mijail] Gorbachov y [Boris] Yeltsin terminaron desmantelando la ideología comunista», señala.
El tercer ideal tiene que ver con devolver a China al lugar destacado entre las naciones que ocupó durante miles de años.
«Mao es reverenciado en China porque se plantó ante lo que eran básicamente potencias coloniales que habían como troceado China, por así decirlo, en distintas esferas de influencia. China fue por miles de años una civilización líder en el mundo y a mediados del siglo XIX vino el Occidente desarrollado y la conquistó dando inicio a lo que se conoce como el siglo de humillación que culminó en 1949 cuando se fundó la República Popular China», dice.
«Mao trabajó para consolidar China y Xi se ha centrado en esta visión del ‘Sueño chino’, en el que China recuperará su lugar entre las naciones líderes del mundo, y ha confrontando a los países occidentales mucho más que sus predecesores, por lo que creo que esto es importante», añade Marquis.
El experto considera importante entender estas claves, entre otras razones, porque Xi es visto como un líder difícil de entender debido a que está envuelto en mucha opacidad. «Por eso, puede ser importante entender el sistema en el que opera y cómo está construido», señala.
Un ideólogo, un pragmático
Jacob Shapiro sostiene que una diferencia importante entre Mao y Xi es que el primero era un revolucionario que realmente creía en la ideología que predicaba, mientras que el segundo es, más bien, un pragmático.
«Xi solo está tratando de encontrar la combinación adecuada de políticas que permitan que China se vuelva fuerte y no creo que tenga el mismo bagaje ideológico que Mao. Xi solo un nacionalista chino y mi mejor ejemplo de esto es que Xi habla todo el tiempo como marxista y comunista, pero cuando miras lo que realmente propone en términos de economía son reformas basadas en la oferta. Básicamente, él está tomando una página del guión de Ronald Reagan o de Margaret Thatcher y tratando de aplicarlo a una situación china», dice.
«Marx y Lenin, todos se revolcarían en sus tumbas si leyeran lo que está haciendo Xi Jinping y tratara de llamarlo comunismo», agrega.
Esa diferencia entre estar guiado por la ideología o por el pragmatismo también se refleja en la forma como cada uno de estos líderes ha realizado purgas dentro del PCCh.
«Mao purgó a amigos y enemigos por igual. Xi solo purgó a sus enemigos. Mao destruyó la burocracia, Xi está moldeándola para servir a sus propósitos», escribió Shapiro en un texto en 2018 el que comparaba a ambos líderes.
Rebecca Karl advierte que al intentar equiparar a Xi con Mao se incurre en un error que tiene consecuencias pues lleva a hacer análisis errados de la realidad.
«La peor consecuencia de la afirmación de que Xi es un nuevo Mao es pasar por alto todos los factores más nuevos sobre lo que Xi está tratando de hacer y cómo está dirigiendo a su nación hacia estos nuevos territorios. La idea de que China todavía está atrapada en el período maoísta solo conduce a un análisis muy malo del momento en el que vivimos», dice.
«En el pasado, Estados Unidos y el mundo capitalista pudieron marginar a China porque no participaba del capitalismo. Hoy, EE.UU. no puede marginar a China. No puede pretender que China no existe. No puede tratar de vencer a China por la fuerza de las armas. Y una comprensión de China como un país maoísta contribuye a esta idea de que China sigue siendo una especie país socialista subordinado. Y no lo es. No lo ha sido durante décadas y es un error fundamental», concluye.