Esta semana se lleva a cabo en Pekín el sexto pleno del Comité Central del Partido Comunista Chino, en el que se espera se allane el camino para un tercer mandato de Xi Jinping. ¿Cómo ve el presidente Xi Jinping a su país en el escenario mundial? Quizás el pasado pueda dar algunas pistas, dice Rana Mitter, profesor de historia en la Universidad de Oxford y experto en temas chinos.*
China es una potencia mundial, algo apenas imaginable hace apenas unas décadas.
Su poder a veces proviene de la cooperación con el resto del mundo, como con la firma del acuerdo climático de París.
O a veces significa por competir contra él, como la iniciativa Nueva Ruta de la Seda, una red de proyectos de construcción en más de 60 países que ha llevado inversiones a muchas naciones que no obtienen préstamos de potencias occidentales.
Sin embargo, también hay un tono muy conflictivo en gran parte de la retórica global de China.
Pekín condena a Estados Unidos por tratar de «contener» a China a través del nuevo pacto Aukus (Australia-Reino Unido-Estados Unidos) de fabricación de submarinos. O advierte a Reino Unido que habría «consecuencias» por conceder la residencia británica a los hongkoneses que se oponen a sus decretos.
Y más recientemente le dijo a Taiwán que debería prepararse para unirse a la China continental.
El presidente Xi Jinping ha puesto a China en el escenario mundial con mucha más fuerza que cualquiera de sus predecesores, desde Mao Tsetung, el líder supremo de China durante la Guerra Fría.
Sin embargo, otros elementos de su retórica se basan en fuentes mucho más antiguas, mirando hacia atrás a su propia historia, tanto antigua como más reciente.
Aquí hay cinco de estos temas recurrentes.
1. Las ideas confucianas
Durante más de 2.000 años, las normas del pensamiento confuciano dieron forma a la sociedad china.
Confucio (551-479 a. C.) construyó un sistema ético que combinaba la jerarquía -donde las personas conocen su lugar en la sociedad- con la benevolencia -la idea de que aquellos en posiciones superiores cuidaran de sus inferiores-.
Muy adaptado con el tiempo, este sistema de pensamiento sostuvo las dinastías de China hasta la revolución de 1911, cuando el derrocamiento del último emperador provocó una reacción violenta contra Confucio y su legado por parte de los radicales, incluido el recién creado Partido Comunista.
Uno de esos comunistas, Mao Tsetung, fue profundamente hostil a la filosofía tradicional china durante sus años en el poder (1949-1976).
Pero en la década de 1980, las ideas de Confucio estaban de regreso en la sociedad china, elogiadas por el Partido Comunista como lecciones de alguien brillante que educan a la China contemporánea.
Hoy, China celebra la «armonía» (hexie) como un «valor socialista», aunque tiene un aire muy confuciano.
Y un tema candente en las relaciones internacionales chinas es la cuestión de cómo el término «benevolencia» (ren) puede moldear las relaciones de Pekín con el mundo exterior.
El profesor Yan Xuetong, de la Universidad de Tsinghua, ha escrito sobre cómo China debería buscar una «autoridad benevolente» en lugar de «dominio», en contraste con lo que él considera el papel poco benévolo de Estados Unidos.
Incluso la idea de Xi Jinping de una «comunidad mundial con destino común» tiene un sabor filosófico tradicional. El presidente ha estado donde nació Confucio, Qufu, y ha citado sus dichos en público.
2. El siglo de humillaciones
Las históricas confrontaciones de los siglos XIX y XX todavía moldean profundamente el pensamiento chino sobre el mundo.
Las Guerras del Opio de mediados del siglo XIX vieron a los comerciantes occidentales usar la fuerza para abrir violentamente las puertas de China.
Gran parte del período comprendido entre las décadas de 1840 y 1940 se recuerdan como un «siglo de humillaciones», una época vergonzosa que mostró la debilidad de China frente a la agresión europea y japonesa.
Durante esa época, China tuvo que ceder Hong Kong a Reino Unido, un territorio en la región nororiental de Manchuria a los japoneses, y toda una gama de privilegios legales y comerciales a una serie de países occidentales.
En la era de la posguerra, fue la Unión Soviética la que intentó ganar influencia en las fronteras de China, incluidas Manchuria y Xinjiang.
Esta experiencia ha creado una profunda sospecha hacia las intenciones del mundo exterior. Incluso gestos como la adhesión de China a la Organización Mundial del Comercio, en 2001, se sustentaron en una memoria cultural de «tratados injustos» cuando el comercio de China estaba controlado por extranjeros, una situación que el Partido Comunista de hoy ha prometido no dejar pasar nunca más.
En marzo de este año, una negociación entre chinos y estadounidenses en Anchorage, Alaska, vio a los chinos acusar a sus anfitriones de «condescendencia e hipocresía».
La China de Xi no tolera la idea de que los extranjeros puedan menospreciar a su país con impunidad.
3. Aliado olvidado
Sin embargo, incluso los sucesos terribles pueden generar mensajes más positivos.
Uno de esos mensajes proviene de la participación china en la Segunda Guerra Mundial, cuando luchó contra Japón después de la invasión de 1937 y antes de que los aliados occidentales se unieran a la guerra asiática en Pearl Harbor en 1941.
Durante esos años, China perdió a más de 10 millones de personas y retuvo a más de medio millón de soldados japoneses en China continental, una hazaña que se conmemora ampliamente en los libros de historia y en el cine y la televisión.
Hoy China se presenta a sí misma como parte de la «alianza antifascista» conformada por Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Soviética, llenándose de moralidad al recordarle al mundo su lugar entre los vencedores contra las potencias del Eje.
China también se basa en su papel histórico como líder del Tercer Mundo en la era de Mao (por ejemplo, en la Conferencia de Bandung de 1955 y en proyectos como la construcción del ferrocarril TanZam en África Oriental en la década de 1970) para pulir sus credenciales como líder en el mundo no occidental.
La historia moderna sigue siendo una parte clave de la forma en que el Partido Comunista Chino percibe su propia legitimidad.
Sin embargo, elementos de esa historia, en particular la terrible hambruna causada por las desastrosas políticas económicas del Gran Salto Adelante de 1958 a 1962, casi no se mencionan en China en la actualidad.
Y algunas guerras modernas se pueden utilizar con fines más conflictivos.
El último año de accidentadas relaciones entre Estados Unidos y China ha visto nuevas películas que conmemoran la Guerra de Corea de 1950-1953, un conflicto que los chinos recuerdan con un nombre diferente:»la Guerra de Resistencia a EE.UU.».
4. El marxismo
La trayectoria histórica del marxismo-leninismo también está profundamente arraigada en el pensamiento político chino y ha sido revivida muy activamente bajo Xi Jinping.
A lo largo del siglo XX, Mao Tsetung y otros importantes líderes políticos comunistas participaron en debates teóricos sobre el marxismo, lo que trajo inmensas consecuencias.
Por ejemplo, la noción de «lucha de clases» llevó la muerte de un millón de terratenientes en los primeros años del gobierno de Mao.
A pesar de que la «clase» ha caído en desgracia como una forma de definir la sociedad, el lenguaje político de China hoy todavía está moldeado por ideas como «lucha», «antagonismo» y concepciones del «socialismo» en oposición al «capitalismo».
Las principales publicaciones, como el órgano teórico del Partido Comunista, Qiushi, debaten regularmente las «contradicciones» de la sociedad china en términos que se basan ampliamente en la teoría marxista.
La China de Xi define la competencia entre Estados Unidos y China como una lucha que puede entenderse en términos de antagonismo marxista.
Lo mismo ocurre con las fuerzas económicas de la sociedad y su interacción: las dificultades para hacer crecer la economía y mantener ese crecimiento adecuadamente «verde» se interpretan en términos de contradicción.
En el marxismo clásicose llega a un resultado esperado, o síntesis, pero no sin antes trabajar a través de «antagonismos» a menudo dolorosos y prolongados.
5. La historia con Taiwán
Pekín sostiene que el destino inquebrantable de la isla de Taiwán será su unificación con China continental.
Sin embargo, la historia de Taiwán en el siglo pasado muestra que la cuestión de su estatus va y viene en la política china.
En 1895, después de una guerra desastrosa con Japón, China se vio obligada a entregar Taiwán, que luego se convirtió en una colonia japonesa durante el siguiente medio siglo.
Luego fue unificada brevemente con el continente por los nacionalistas de 1945 a 1949.
Bajo el gobierno de Mao, China perdió la oportunidad de unificar la isla; EE.UU. probablemente habría dejado que Mao la tomara, pero Pekín se unió a los norcoreanos para invadir Corea del Sur en 1950, lo que provocó la Guerra de Corea y de repente convirtió a Taiwán en un aliado clave de la Guerra Fría.
Mao lanzó ataques en la costa de Taiwán en 1958, pero luego dejó de lado la idea de recuperar el territorio durante los 20 años posteriores.
Después de que Estados Unidos y China restablecieron las relaciones en 1979, hubo un acuerdo de que todas las partes reconocían que había solo una China, pero nunca se pusieron de acuerdo sobre si el régimen de Pekín o el de Taipéi era realmente la república legítima.
Cuarenta años después, Xi Jinping insiste en que la unificación debe llegar pronto, mientras que la retórica agresiva y el destino de Hong Kong han llevado a la gente de Taiwán, ahora ciudadanos de una democracia liberal, a volverse cada vez más hostiles a una relación más estrecha con China continental.
*El profesor Rana Mitter enseña en la Universidad de Oxford, donde se especializa en la historia y la política de la China moderna.