En el contexto de la pandemia y la crisis económica por la que atraviesa el mundo, los riesgos globales se han convertido en la principal amenaza por la que transita el planeta, fruto de la vulnerabilidad progresiva que enfrenta la economía mundial. La preocupación que más llama la atención de tal situación es la agrupación cuantificada de estos riesgos, expresados en lo económico, sanitario, medioambiental, tecnológico e institucional.
Si nos detenemos a desglosar la situación observada, en el contexto de la pandemia, nos encontramos que, en estos riesgos, el económico abarca la crisis fiscal y de sobrendeudamiento a escala planetaria. En adición, están los altos niveles de desempleo, bajo crecimiento del PIB, la expansión de la pobreza y la volatilidad de los precios de los comoditties.
El riesgo sanitario, fruto de la pandemia de COVID-19, ha empujado a los gobiernos, los empleadores, los trabajadores y a la ciudadanía a plantearse retos sin precedentes en la historia de la humanidad. La aparición de la pandemia global del Covid-19 ha puesto de manifiesto las deficiencias de los sistemas de salud de los países de América latina y donde la alta tasa de contagio y mortalidad han puesto al desnudo la existencia de un sistema económico excluyente y la ausencia de inversión en salud, por parte de muchos gobiernos.
A la Luz de la verdad, la presencia y duración del Covid-19 ha arrojado que en América Latina este flagelo ha causado una situación de tal magnitud que ha convertido a la región en una de las más afectadas del mundo. En efecto, América latina representa el 7 % de la población mundial, el 19 % de los casos de Covid-19 y el 27 % del total de fallecidos en el mundo causado por la pandemia global.
La expansión de la pobreza y de la pobreza extrema en América latina han alcanzado niveles que no se habían registrado en las últimas dos décadas, acompañado de una debilidad de los sistemas de protección social. Este malestar es una expresión de la profundidad de la inequidad económica y social predominante, en donde ningún gobierno de la región ha invertido el ideal 7% del PIB en salud, en el contexto de la peor crisis sanitaria de la humanidad.
La pandemia global no tan solo ha prolongado las enfermedades infecciosas, sino que ha incrementado el endeudamiento público global, deterioro de las tasas de crecimiento del PIB, incremento del desempleo y la inflación. El deterioro económico derivado de la pandemia ha cambiado el curso de la economía, de tal magnitud que múltiples sectores de la actividad económica lograran su reactivación en los próximos tres años, prolongación que incidirá en la baja superación de la crisis actual.
Es relevante el caso del riesgo tecnológico donde se destacan los ataques tecnológicos y la ciberdelincuencia o sustracción de datos, siendo el sistema financiero el que ha cargado con la peor parte, dado que las cuentas de los usuarios han sido atacadas de manera brutal por los malhechores o hackers. Por igual, para el riesgo medio ambiental la crisis climática y el colapso del ecosistema y finalmente está el riesgo de la gobernabilidad y debilidad de la institucionalidad, promovida por los propios gobernantes que no tienen límites para retorcer la verdad y quebrar la función del Estado.
La humanidad está ante la presencia de un mundo donde existen múltiples conflictos y situaciones inexplicables que obstaculizan los avances hacia el progreso económico, social e institucional, agudizado por una pandemia que ha derrotado a la estabilidad macroeconómica, los sistemas de salud y a los gobernantes que no han sido capaces de enfrentar con éxito las consecuencias de este flagelo. La sumatoria de esta realidad tan adversa y convulsiva es la que ha colocado al planeta en una situación de riesgos con una mayor amenaza ascendente en la economía, la cual perturba la estabilidad mundial, haciéndose extensivo a las próximas décadas, de una forma conmovedora y desgarradora para la humanidad.