Washington.-En octubre pasado, Frank Witter recibió tarde en la noche un correo electrónico que resultó tan desalentador como estimulante.
Dicho correo invitaba a Witter a una reunión a las 9:00 horas en el aeropuerto de Braunschweig, a media hora de auto de la sede central de Volkswagen AG en Wolfsburg. Al término de ese día, Witter –que en ese entonces era responsable de la división de servicios financieros de VW- había sido nombrado director financiero de todo el grupo integrado por 12 marcas, asumiendo uno de los trabajos más difíciles de Alemania.
En el momento de la designación, la compañía en la que Witter había trabajado durante décadas estaba mirando al vacío. La admisión, por parte de VW, de que había manipulado millones de motores diésel para hacer trampa en las pruebas de emisiones había hecho caer a su máximo responsable y estaba afectando el precio de su acción, y circulaban versiones de que VW, la piedra angular del orgullo de la ingeniería alemana, podría directamente desintegrarse.
Como director financiero, a Witter le corresponde pensar cómo financiar la innovación necesaria para tener éxito en un mercado automotor que cambia rápidamente –vehículos eléctricos, tecnología de conducción automática, servicios de viajes compartidos- debiendo digerir al mismo tiempo un golpe sin precedente por un valor de 18.000 millones de euros (US$20.000 millones) asestado por las multas y otros costos relacionados con el escándalo.
Esto significa implementar una disciplina financiera mucho más estricta en una organización acostumbrada al gasto desenfrenado y al exceso en materia de ingeniería.