En los últimos años tres cosas han quedado fehacientemente demostradas. La primera, que la tecnología utilizada para automatizar el escrutinio de votación funciona de manera adecuada.
Segundo, que los procedimientos manuales atrasan, complican y crean caos en los procesos electorales, y tercero, que muchos de nuestros actores políticos se han quedado enclavados en el pasado y en el medioevo.
Se recuerda que la primera vez que se utilizaron los escáneres para transmitir resultados, y que los mismos estuvieran a la luz del público, muchos de esos políticos pegaron el grito al cielo y quisieron hacer una especie de crisis.
En las elecciones siguientes, las presidenciales de 2012, se usó ese mismo sistema con resultados tan eficaces que el mismo sirvió hasta de modelo para toda América.
Posteriormente, en las elecciones de 2016, se utilizó un sistema de escrutinio electrónico que demostró que funcionaba y que las dificultades que se presentaron en algunos centros de votación fue porque los responsables de usarlos no tenían la pericia necesaria.
El caos en ese proceso se produjo cuando por debilidad de la Junta se complació a quienes pedían conteo manual como requisito previo al conteo electrónico.
Hoy sectores políticos que no están participando en las primarias quieren venir con el mismo petitorio.
Es como si se exigiera sumar con lápiz de carbón o con un ábaco antes de ir a la computadora o a la calculadora.
Un pedido absurdo y que de ser atendido solo provocaría caos, dilación y descrédito al órgano electoral, que deberá también preparar las elecciones de febrero y de mayo de 2020.
La Junta está llamada a escuchar cualquier planteamiento razonable, pero ese que se hace ahora es, a todas luces, irracional y absurdo.