Muchas veces cometemos el error de pensar que “vivimos intensamente” cuando sentimos emociones extremas, corremos en lugar de caminar y vivimos al límite, estando en todo y sin perdernos ningún hecho o actividad.
Así vamos sumando años a la vida sin “vivir intensamente”, pues solo se vive de esta manera cuando aprendemos a caminar despacio disfrutando de cada respiro, de cada emoción y, sobre todo, de las personas que nos rodean.
Vivir intensamente no es hacer muchas cosas, querer estar en todo o conocer todo… vivir intensamente es escoger lo que nos hace felices y hacerlo; es elegir lo que arranca la sonrisa de nuestros labios y disfrutarlo; es estar y dedicar tiempo a las personas que amamos o con los que sentimos cierta afinidad; es darnos la oportunidad de sentir; es conjugar el verbo agradecer con todos sus pronombres y mirar con gratitud todo lo que recibimos o lo que no también; en fin, vivir intensamente es tomar la vida despacio, hacer lo que debemos hacer, pero también lo que queremos.
Siempre es bueno recordar que no hay etapas en la vida… hay vida simplemente… y en la vida seremos siempre tan jóvenes como nuestras ilusiones y tan viejos como nuestros recuerdos.
La vida está hecha de pequeñas vidas de un día cada una, bien dicen por ahí que se vive “un día a la vez” y aunque no todos los días serán fantásticos siempre encontraremos algo o a alguien que nos convencerá que vale la pena cada instante que permanecemos en la tierra, donde la intensidad no tiene que ver con la cantidad ni la rapidez, sino con el equilibrio.