Leí hace unos días una frase anónima que rezaba claramente que “vivir en el pasado es elegir morir en el presente y negarnos la posibilidad de poder disfrutar de un futuro mejor”, pero pocos logramos vivir cien por ciento en el presente, agradeciendo sinceramente las vivencias y personas que han tocado nuestras vidas.
Cuando logramos entender que nuestro baúl está lleno de experiencias buenas y malas, de decisiones erróneas y afortunadas, de tristezas y alegrías y personas que entraron y salieron de nuestra vida, aceptarlo y seguir, podremos comprender que estas no nos limitan, sino todo lo contrario, nos fortalecen y allanan el camino para lo que está por llegar, pues no ganamos nada con “añorar el pasado”, pues, al hacerlo, es como “correr tras el viento”.
Instalarnos en la melancolía continua es un error, porque, por suerte o desgracia, no se puede viajar al pasado, y lo saludable es mirar al frente, vivir el presente y disfrutar todo lo que este pone en nuestra bandeja de entrada.
Al culparnos por una decisión pasada y darle vueltas a la cabeza para buscar una solución a algo que ya no existe, lo único que se consigue es un castigo psicológico que no nos permite disfrutar de nuestro momento actual.
Debemos recordar que el pasado no puede cambiarse, por más bueno o doloroso que haya sido, ya pasó y no volverá.
Soy de las que piensan que todo tiene una razón de ser y que solo tenemos que dedicar un poco de tiempo a descubrirla, con paciencia y gratitud.
En la observación y la calma está la clave y si logramos ver más allá de nuestras narices descubriremos que todo infortunio trae consigo un elemento positivo… descubrirlo es nuestra tarea.