Vivir en lo simple es uno de los grandes retos de la sociedad actual, donde el consumismo y la necesidad de destacarse corre por las venas como virus contagiando todo a su paso.
Contrario a lo que muchos piensan, vivir en lo simple no significa que no tenga ningún desorden o complicación, que no trabaje por las comodidades de la vida moderna o que renuncie a ellas y viva como un monje de clausura. Nada de eso.
Soy de este mundo y de este siglo, tengo posesiones, objetos electrónicos, distracciones y compromisos ocasionales… pues vivir en lo simple es disfrutar de las pequeñas y grandes cosas, sin ataduras materiales. Sin que estas gobiernen nuestros días.
Disfrutarlas y ya, sin que estas nos impidan ver y tener lo que realmente tiene valor en la vida: las personas que amamos y los buenos momentos que estas nos permiten disfrutar.
Siempre he dicho que la vida se vive a detalles y que son precisamente esos detalles los que nos hacen más felices… porque, al fin y al cabo, a la última morada no llevamos equipaje material y lo que cuenta son esos momentos que nos han arrancado sonrisas y nos hacen sentir felices.
Sobrecargarse es el mayor enemigo de la vida simple. Yo he suprimido, no sin dolor, un gran número de compromisos para simplificar mi vida, y estoy contenta de haberlo hecho y lo vuelvo a hacer casi todos los años, porque lo olvido constantemente.
Y qué mejor momento que los inicios de año para pasar balance y empezar a viajar con un equipaje más ligero, pero, sobre todo, a disfrutar más del trayecto, de las personas y las pequeñas cosas.