Verdaderas contradicciones

Verdaderas contradicciones

Verdaderas contradicciones

Patricia Arache.

Casi siempre, los padres aspiramos, y creemos que trabajamos para lograrlo, a tener hijos exitosos, confiados en sí mismos y sus potencialidades, dignos de labrarse sus propios destinos, capaces de “comerse el mundo” y transformarlo todo.

Sin embargo, desde antes de que nazcan (vamos a admitirlo con responsabilidad) comenzamos a ponerles y a imponerles trabas que, con el transcurrir del tiempo, se convierten en verdaderos obstáculos para su propio desarrollo.

“Bebé, no patees tanto, bebe cálmate, bebé espera, bebé no brinques, bebé tranquilo (tranquila)” y un largo etcétera que crean imposibilidades y acondicionamientos.

¿En qué hemos fallado? Una respuesta sería que hemos estado “construyendo” espacios para que los nuestros aprecien, practiquen y valoren más las limitaciones, los miedos y los frenos, que la libertad de ser, de pensar, de actuar.

¡Piénselo! Desde que nacemos, el primer contacto con el exterior es una voz, que por más amorosa que resulte, es la maternal o paternal, que nos dice: “no llores bebé”; y si no hacemos caso y seguimos, nos dicen:  “no va a ser fácil”.

Desde entonces, estamos estigmatizados y condicionados a saber que tenemos que “ser obedientes”, para ganar la gloria emocional, la social y hasta la celestial.

¡Cuidado si te caes!, cuando mostramos destrezas y queremos algo más allá de las capacidades preconcebidas por una sociedad que, no parece actualizarse. La advertencia cae sobre ti, como un rayo fulminante, destructor: “tienes que esperar. No puedes hacer esto o aquello”, y así, siempre encontramos un “párate ahí”, como un freno sofocante que no te permite avanzar hacia delante.

Y, es mucho más evidente cuando crecemos. La sociedad y hasta el Estado mismo contribuyen a que los límites sean la regla, y sus rupturas, las excepciones.

Pero, además, seguimos formando a los ciudadanos en la convicción de que disentir es irrespetar, de que pensar diferente te hace rechazable, que si tus formas y visiones son distintas, eres un ser cuestionable.

Sin proponérnoslo, nos hemos convertido en fábricas de modelos estereotipados, incapaces de aceptar la irrupción social, como manifestación de un mundo distinto, que es el de hoy.

Políticos, funcionarios, empresarios, docentes, discentes, religiosos, profesionales, padres y madres, hijos y nietos, debemos entender que todo ha cambiado, no solo porque el virus que provocó el COVID-19 llegó y amenazó con postrar al mundo en el año 2019, modificando estilos y comportamientos de vida, sino, porque, nada es estático.

La visión y las concepciones renovadoras e innovadoras son indetenibles, a pesar de nosotros mismos. Y, que quede claro, que no es solamente, por la rápida expansión de las tecnologías, con sus formas innovadoras para ser y hacer.

Es que llegó el autobús o el tren que algunos creían del futuro, y trajo un presente cargado de retos y desafíos, que no pueden ser soslayados, ni enfrentados con viejos conocimientos, concepciones ni percepciones.

Las alternativas son dos: abordarlo con destreza, presteza, decisión y apertura para el aprendizaje, lo que implica ser amable y flexible ante lo nuevo, o refugiarse en el ya inservible pasado que será siempre un vetusto y obsoleto almacén de ideas y conocimientos añejos, que solo a veces sirven como referentes.

¡Aprender a desaprender!, es el mandato del momento. ¡Usted elige!



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