Estuve de visita por Venezuela para resolver unos cuantos asuntos pero también para disfrutar unas buenas vacaciones.
La situación allá no está muy buena que digamos pero la gasolina es un regalo. Por increíble que parezca, usted puede llenar su carro con medio dólar. Mientras nosotros pagamos en Santo Domingo un excesivo precio sencillamente por un galón.
Solamente me gustaría vivir en Venezuela por la gasolina, independientemente de mi familia, que es lo más importante para mí en ese país.
Conocí un lugar sensacional, el Ávila Mágica que para llegar hay que montarse en un teleférico con una vista a la ciudad de Caracas sorprendente. Me dio un miedo terrible, porque es bastante alto y el recorrido es de más o menos 3.5 kilómetros, aproximadamente 15 minutos dentro de la cabina. Cuando nos devolvíamos fue peor para mí, pero lo importante fue que llegamos bien. A los que visiten Venezuela les recomiendo este lugar, vale la pena ir.
En realidad, como lo dice su nombre, es un lugar mágico. Tiene muchos personajes que hacen vivir la magia en ese lugar. Es visitado por muchas personas; las filas para llegar son desesperantes, pero como dije anteriormente, vale la pena el sacrificio.
Algo que no me gustó allá fue el trato de un personaje que estaba conmigo en una oficina pública, que porque yo tosí por una alergia que tenía no se quiso sentar al lado mío y se puso a decir afuera que yo venía de un país extraño y que tenía un virus extraño. Me sentí ofendida por la falta de respeto del señor, y salí a decirle dos o tres cosas debido a su atrevimiento. Sin embargo, en la otra cara de la moneda, me encontré con dos personas que estaban conmigo en la espera que fueron muy agradables conmigo y se comportaron con toda la altura. Una de ellas fue una psicóloga muy simpática que se llama Betty González, la cual hizo que el tiempo de espera no fuera tan largo y me hizo sentir muy bien.
Las oficinas públicas de Venezuela le complican la vida a las personas, me hicieron pasar mucho trabajo, pero al final me dieron lo que necesitaba. Duré aproximadamente en esa oficina como 7 horas, algo que todavía no puedo creer.
Pero como quiera, seguiré diciendo que ¡Viva Venezuela!, un país lleno de bellezas y que posee el oro negro que todo el mundo quisiera tener.