Vacaciones permanentes

Vacaciones permanentes

Vacaciones permanentes

El hombre de esta historia, real y cierta y por eso la cuento, vivía tan abrumado con el cúmulo de trabajo que no tomaba vacaciones. Abandonaba su escritorio y se marchaba de la empresa cuando la noche era sólida y fría.

A la esposa la veía dos veces, y de manera breve: durante el desayuno y a la hora de acostarse. Igual sucedía con los hijos.

La abulia llevó a la esposa a otros brazos. Y quizá él se enteró, pero ¿y qué? Vivía en su mundo. Atrapado en una intrincada maraña de redes laborales.

Una noche la muerte, que tampoco toma vacaciones, vino por él.

Entró sin avisar. Pudo delatar su presencia una ráfaga de viento frío, pero no ocurrió así. Todos dormían en la casa, pero su visita sería muy breve.

A quien buscaba, en ese momento, abrió los ojos y se levantó en silencio de la cama. Abandonó la habitación. Un hábito de muchos años lo llevó a la cocina. Tomó un vaso de la alacena. Al frente estaba la nevera y la abrió. Se sirvió leche en el vaso. Haló una silla. Se sentó a la mesa. No era el momento de  pensar en nada y se ocupó del vaso de leche. Se lo bebió completo y despacio.

En principio no se percató de su presencia, pero tenía compañía. La muerte, con la guadaña al hombro, se movía con él, estaba a su lado, esperó a que bebiera, pacientemente, el último trago de leche.

Ese era todo el tiempo que tenia. Y él, cuando terminó, se levantó de la mesa. Dio un paso.

Creyó que podía volver a la cama; y lo intentó. No podía. La muerte le cerró el camino. No debió intentarlo.

—Vamos. Llegó la hora.

El olor fétido de la vestimenta raída era insoportable.

—¿Qué quieres? —preguntó él.

La pregunta se la tragó el aire.

En ese momento vio la guadaña y lo entendió todo. Apenas tuvo tiempo de esbozar una sonrisa y llevarse la mano izquierda al corazón. En fin, se merecía esas vacaciones.



Rafael García Romero

Rafael García Romero. Novelista, ensayista, periodista. Tiene 18 libros publicados y es un escritor cuya trayectoria está marcada por una audaz singularidad narrativa, reconocido como uno de los pilares esenciales de la literatura dominicana contemporánea. Premio Nacional de Cuento Julio Vega Batlle, 2016.