Un estudio reciente de Kaspersky reveló que el 54 % de las contraseñas filtradas en 2025 ya había sido comprometido antes, evidenciando la peligrosa tendencia de los usuarios a reutilizar claves antiguas y emplear patrones fáciles de adivinar como fechas, números consecutivos o palabras comunes.
Esta práctica, sumada a que muchas contraseñas permanecen sin cambios durante años, facilita ataques de fuerza bruta y accesos indebidos a múltiples cuentas, desde redes sociales hasta servicios financieros.
Ante esta fragilidad del modelo tradicional, la industria impulsa alternativas más seguras como los passkeys, que eliminan la necesidad de memorizar contraseñas y utilizan claves criptográficas y biometría para evitar phishing, robo de credenciales o filtraciones masivas.
Además, los especialistas advierten que la combinación de hábitos inseguros de los usuarios y herramientas cada vez más potentes en manos de los ciberdelincuentes está ampliando los riesgos de forma acelerada.
Por ello, medidas como activar la verificación en dos pasos, usar contraseñas únicas y robustas, actualizar dispositivos con frecuencia y adoptar tecnologías como los passkeys no sólo optimizan la protección, sino que reducen significativamente la exposición a ataques que pueden derivar en fraudes, pérdidas de información y daños a la identidad digital.