Panamá.– Entre el olor del vino y hortalizas, procesando productos de la tierras y el ganado, tejiendo la lana de las ovejas- así transcurre la vida de millones de mujeres rurales en Latinoamérica y el Caribe, que piden a los Gobiernos ser vistas como “el mejor capital para invertir recursos y generar oportunidades” que ayuden a la economía e impidan la migración.
Esas fueron las principales exigencias emanadas del IV Encuentro Latinoamericano y del Caribe de Mujeres Rurales, celebrado esta semana en la ciudad de Boquete, provincia occidental de Chiriquí, en Panamá, donde convergieron 200 participantes procedentes de cerca de una docena de países de la región.
Las historias que las mujeres rurales procedentes de Argentina, Belice, Bolivia, Brasil, Costa Rica, Chile, República Dominicana, Ecuador, Honduras, México, Nicaragua, Paraguay y Panamá son muy similares.
Estas luchadoras, muchas madres solas que levantaron a sus hijos con el producto de la tierra e iniciativas de microempresas, abordaron temas neurálgicos para su subsistencia como la situación de la tierra, la producción, el trabajo, el derecho al agua, a la salud, a la vida libre sin violencia, a la participación política y toma de decisiones, y al empoderamiento productivo que conduce a la autonomía económica.
El cambio climático y el desabastecimiento de agua están entre las principales preocupaciones de las mujeres rurales, que aseguran que esos fenómenos están limitando las producción agrícola y el acceso al líquido.
Así lo explicó a Efe Erica Orellana Marchan, una emprendedora de la localidad chilena de Lo Abarca quien, vestida con el traje típico de su país, no pierde la alegría frente a las dificultades y destaca el esfuerzo que desarrollan las mujeres rurales en su comunidad, donde se han organizado para vender sus productos en restaurantes y ferias municipales.
Johana Pérez, nicaragüense de 44 años, valoró en declaraciones a Efe que la realidad de las mujeres rurales en el continente es muy homogénea, con la exclusión y la falta de espacios y oportunidades como grandes obstáculos para su desarrollo.
Pérez se desempeña en su natal Santa Josefina como productora agrícola y es la dirigente de la Red de Mujeres Rurales de su comunidad, una organización que aglutina a unas 780 mujeres en Nicaragua. Celerina Pérez de 65 años, quien vive en Calvillo de Aguas Calientes, México, lleva dos años con los grupos de mujeres rurales y siente que es una experiencia extraordinaria.
Es una mujer emprendedora de un negocio pequeño de botanas (ventas de frituras) y logró sacar adelante a sus ocho hijos luego que fueron abandonados por su progenitor.
“Había mucha necesidad y no hay que tener miedo para emprender un negocio, hay que improvisar”, relató Celerina Pérez a Efe, y señaló que logró “sacar a los hijos adelante y ya se casaron todos y algunos estudiaron».
La secretaria ejecutiva y coordinadora de la Red Internacional de Mujeres Rurales de Latinoamérica y del Caribe, la ecuatoriana Luz Aro, aseguró que “generar oportunidades en medio de las dificultades para que las mujeres no tengan que emigrar y puedan permanecer en sus territorios”, es una exigencia capital de este movimiento.
A ello se suma “el tema de la educación formal e informal, que es muy importante porque somos las dadoras de hijos e hijas donde se necesita que se formalice la formación de liderezas de mujeres rurales que vaya desde la autoestima”, añadió Aro en declaraciones a Efe.
Las mujeres rurales, indicaron las participantes en la reunión en un declaración, deben ser vistas por las autoridades como el mejor capital para invertir los recursos y de esta manera generar mejores condiciones para que vivan en sus comunidades con dignidad.