Uno de los peores síntomas

Uno de los peores síntomas del predominio del conservadurismo y las ideas reaccionarias es la andanada de ataques que se ha incrementado en los últimos tiempos contra el movimiento de izquierda del país.
Que la izquierda a través de la historia ha cometido errores no caben dudas y pocos han sido más militantes que yo en reclamarle al movimiento que haga su propio balance autocrítico. Cada quien tiene derecho a expresar su propio juicio, por crítico que sea.
Pero llegar al irrespeto, el insulto y la campaña sistemática contra una fuerza política que ha hecho un sacrificio tan costoso y heroico por las libertades y derechos democráticos y las conquistas sociales, es un acto de injusticia histórica y hasta una falta de pudor político. Los que no tengan el valor de sacrificarse, que tengan el pudor de callarse ante los que se sacrifican, dijo Martí.
Y he aquí, que ante la debilidad del movimiento y el auge de las ideas reaccionarias que se está registrando en estos tiempos, hay muchos que quieren ponerse donde la derecha los vea y demostrar su guapeza satanizando a la izquierda.
Atacando su historia y destacando tan sólo los errores; denigrando a sus grandes hombres y mujeres. Hace poco, una desaprensiva, con toda la insolencia, le faltó el respeto nada menos que a la heroína Minerva Mirabal.
Luego, aparecieron unos papeles desclasificados en Washington en los cuales un tal Ortiz calumnia a uno de los héroes del 30 de mayo, y parte de la prensa nacional le dio espacio a ese embuste, cuando el sólo hecho de que ese apellido hiciera pensar en Clodoveo Ortiz debió servir para ignorar radicalmente esa publicación injuriosa.
Un esbirro que tenía su casa a poca distancia de La Cuarenta, y acariciaba a sus hijos con las mismas manos con que acababa de asesinar a un prisionero.
Francis Caamaño, Maximiliano Gómez, Amauri Germán, Otto Morales, mártires todos de la causa democrática, son blancos de ataques, de gente, honesta pero desorientada, a veces; pero principalmente de sujetos sin calidad de ningún tipo para juzgar a nadie y menos a una corriente política que a lo largo de la historia ha hecho aportes tan importantes.
Volveré sobre este asunto. Porque defender la verdad y la justicia histórica es un deber revolucionario y, sépase que, por difícil que sea la situación actual del movimiento, esta lucha aún no ha terminado y hay hombres y mujeres que no se rinden ni se darán por vencidos.