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Universidades de “élite”: ¿motor de excelencia o de desigualdad?

El fomento de universidades de “élite”, entendidas como instituciones altamente selectivas, con recursos excepcionales y acceso restringido, plantea profundas implicaciones sociales que merecen un análisis crítico.

Si bien estas universidades pueden impulsar la investigación de punta y formar líderes influyentes, su proliferación en sistemas educativos desiguales tiende a consolidar privilegios más que a democratizar el conocimiento.

En contextos como América Latina y el Caribe, donde las brechas socioeconómicas son persistentes, las universidades de “élite” suelen estar al alcance de una minoría con capital cultural, económico y social. Esto genera un efecto de “segregación académica”, donde los estudiantes con mayores recursos acceden a entornos formativos de alta calidad, mientras que el resto queda relegado a instituciones con menos financiamiento, menor prestigio y limitadas oportunidades de movilidad social.

Además, el discurso meritocrático que sustenta estas universidades puede invisibilizar las barreras estructurales que impiden el acceso equitativo.

Las pruebas estandarizadas, los costos de matrícula y los procesos de admisión excluyentes refuerzan la idea de que el éxito académico es sólo fruto del esfuerzo individual, cuando en realidad está profundamente condicionado por el entorno.

Desde una perspectiva ética, el modelo de universidades de “élite” tensiona el principio de justicia educativa. En lugar de promover una educación superior como bien público, se corre el riesgo de convertirla en un bien de lujo, reservado para quienes pueden pagar o cumplir con estándares que no consideran la diversidad de trayectorias.

Por otro lado, el fortalecimiento de estas instituciones puede debilitar el compromiso con la educación pública, desviando recursos y atención política hacia modelos excluyentes.

Esto afecta especialmente a universidades estatales que cumplen funciones sociales clave, como la inclusión, la formación de profesionales para el desarrollo local y la producción de conocimiento contextualizado.

En definitiva, fomentar universidades de élite sin una política de equidad robusta puede profundizar las desigualdades existentes. La excelencia académica no debe estar reñida con la inclusión; al contrario, debe ser su aliada estratégica.

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Antonio Ciriaco Cruz

Dr. Antonio Ciriaco Cruz, economista. Decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la UASD. Columnista de El Día.

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